Por Gustavo López
Un grupo de vecinos dialogaba con el cajero de una conocida cadena de supermercados que hay sobre la calle México. La ola de inseguridad había golpeado una vez más contra el comercio. En lo que iba del mes de diciembre había sido asaltado en seis ocasiones.
En esta última, el atraco se produjo de manera violenta a través del uso de armas de fuego y amenazas. Los hechos han ocurrido preferentemente los días feriados y domingos entre las 8 y las 9 de la mañana. No se trataría de robos al boleo sino de una modalidad que vienen sufriendo los locales sitos en la calle Alsina, en Piedras y Belgrano y en la zona cercana al Congreso de la Nación.
Otra modalidad que los cajeros y agentes de seguridad privados detectan es la sustracción de alimentos o productos básicos que se encuentran en las góndolas para ser escondidos bajo las ropas. Lamentablemente estos robos se han convertido en rutina de la mano del deterioro económico que sufre el país, la caída de los salarios y la pérdida de puestos de trabajo de los sectores populares.
Los vecinos charlaban sobre sus miedos y los cambios de hábito a los que se ven obligados. Además del temor a sufrir hechos de inseguridad, aparece la angustia, producto de los cambios de vida y de conductas. Esta situación generan una gran debilidad de los vínculos sociales, provocando retraimiento, pérdida del uso del espacio público, manifestándose a través de desconfianza hacia el desconocido, cierre con llave de los locales y miedo de los trabajadores a sufrir agresiones, motivo por el cual piden el traslado hacia otro lugar de trabajo.
Pensamos que la mejor forma de lograr seguridad pública es a través de la prevención que no debe manifestarse solamente en la presencia de personal policial, sino, esencial y principalmente, a través de políticas económicas, sociales que faciliten el acceso a mejores condiciones de vida y, por lo tanto, al fortaleciendo los vínculos entre la población.
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