viernes, 30 de junio de 2017

La parte del monstruo


 

por Andrés Respeño.

 


¿Qué pasaría si un monstruo, jamás visto, sin ojos, ni orejas, ni hocico, sin cola, sin algo que pudiera darnos siquiera una referencia, un monstruo totalmente novedoso, golpeara nuestra puerta?

Acudiríamos a su llamado porque todos sabemos qué es un golpe, todos sabemos que es una puerta, todos sabemos qué significan dos o tres golpes a la puerta.

Pero, una vez abierta la puerta o luego de encajar nuestro ojo en la mirilla, ¿encontraríamos algo del otro lado a falta de rasgos conocidos o que refieran a alguna cosa?  

Es probable que al no reconocer nada de esta novedad, no reaccionemos o, en el mejor de los casos, nuestros sentido y cierta intuición nos permitieran quedar  anestesiados, catatónicos, como recalculando, tratando de entender que es esa parte que intuimos, que nos llega, pero que a la vez no podemos reconocer.   

Bien. Necesitamos entender  para poder ver. ¿Podemos estar tranquilos con esta manera de funcionar? 

No. Y nos defendemos de esta amenaza como podemos: “Pero mirá si va a pasar eso; dejate de macanas; no seas fantasioso”.

Una frase testimonial circula en las redes a propósito del  2 x 1 aplicado por la Corte Suprema de Justicia a los autores de crímenes de lesa humanidad:

“… Nos ponían en fila y disparaban al aire o a nuestras cabezas aleatoriamente, la suerte es loca. Tu psiquis reventaba del terror”.

Mientas esto ocurría, en aquellos años, la sociedad, la gran mayoría, no dio crédito a lo que de vez en cuando se hacía oír, a esa parte que nos llegaba como un susurro, en forma de sonido lejano, algo visto en un instante al pasar. Eso que, dejate de macanas, no seas fantasioso, la sociedad no lo pudo, no lo quiso ver.

Hoy en día, a esa parte del monstruo ya la conocemos.

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