ACTUALIDAD
Exceso de opiniones
2da Parte
Se aproximan las elecciones y, en tiempos de redes sociales y tormenta de información por todos lados, existen algunas expresiones que parecieran sobrepasar los límites a los que estábamos acostumbrados. El Tambor pidió opinión y aquí compartimos dos miradas sobre lo acontecido en las últimas semanas.
por Martín Maydana
Sociólogo - Universidad de Buenos Aires
Las expresiones que se hicieron públicas en los últimos días por parte del primer candidato a legislador de Juntos por el Cambio en estas elecciones encendieron las luces de alarma en la Sociedad. Sin dejar de hacer responsable al candidato Rinaldi de sus dichos, creo que es momento de preguntarnos: ¿hay algo más detrás de esas palabras?
Las expresiones de Rinaldi se enmarcan en una creciente tendencia, tanto en la política como en los medios y las redes sociales, hacia la radicalización de las opiniones. Se trata de una verdadera disputa para ver quién puede presentar las opiniones que más se alejan del consenso establecido. Es una competencia grotesca por diferen- ciarse de lo que se denomina "opinión políticamente correcta". Si bien siempre ha habido discursos fascistoi- des en la Sociedad, hay elementos nuevos que hacen a este fenómeno de lo "políticamente incorrecto". La verda- dera génesis de esta ola de discursos de odio la pode- mos encontrar en el surgimiento de las redes sociales en los últimos 15 años. Como todos sabemos, la aparición de las redes sociales le garantizó a todas las voces un acceso en igualdad de condiciones al discurso público. Esto fue siempre sostenido, a capa y espada, como una de sus virtudes democratizadoras.
Sin embargo, a lo único que llevó es a una degradación constante en la cali- dad de las discusiones sobre la cosa pública. Pensemos un segundo en el mundo antes de la internet. Para poder llegar a ser una voz en el concierto del discur- so público había que superar una cantidad de obstácu- los: debía uno ser periodista, político o experto en deter- minado tema. En todos estos casos había reglas estrictas que obturaban el acceso a la escena pública: las reglas del oficio periodístico, la responsabilidad del político frente a sus representados y la ética profesional del experto. Todas estas garantizaban que nadie pudiera "decir cualquier cosa". Todas estas barreras fueron derri- badas con la aparición de las redes sociales, recibidas como grandes democratizadoras del acceso a la informa- ción y la comunicación. El efecto fue totalmente opuesto. Asistimos a una Sociedad digitalizada en la que "cual- quiera puede decir cualquier cosa".
Esto no se acaba allí, sino que hay un elemento más perverso aún que juega al interior de las redes sociales. Sucede que, al no haber intermediarios que pongan reglas en la competencia por "hacerse ver", la regla general es que vale todo a la hora de llamar la atención. Cuando antes alguien que rompía las reglas del discurso público corría el riesgo de perder su sustento económico, el incentivo actual de los que participan en las redes sociales es totalmente el opuesto. Mientras más se hagan ver y logren convertirse en "influencer", mayor es su posibilidad de garantizarse el acceso a sponsors, publicidad o incluso conseguir dona- ciones directas de parte de su audiencia.
Asistimos hoy a una Sociedad donde hay gente que vive y se enriquece de discutir que la tierra es plana o que bebiendo lavandina se cura cualquier enfermedad. Nos reímos de los primeros, pero los segundos ya han llevado a varias personas a la muerte. Lo que se vivió en los últi- mos días debe ser un llamado a la responsabilidad y a la reflexión. Tenemos que volver a preguntarnos: ¿Es sano en una Sociedad que cualquiera pueda decir cualquier cosa?
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