OPINIÓN
Lo que está en juego
El cambio climático se hace
sentir en nuestro suelo, en nuestra tierra. Vernos en pleno noviembre sacar una
campera abrigada, que llueva –fuerte y bastante- son paisajes poco recurrentes
para esta altura del año. También es poco recurrente tener que volver a
discutir cosas que ya están discutidas hace mucho. Como si bastar con elevar
una mano para tapar el sol; a lo sumo, no nos dará de frente y en el rostro,
pero ¿cuánto tiempo puede sostenerse?
Hace unos pares de años
atrás, la sociedad argentina se encontraba con muchas discusiones sobre la
mesa; cosas importantes que, van más allá del ojo del lector o el paladar de
quién esté consumiendo tal o cual información. Producir nuestros propios
satélites y ponerlos en órbita, la ley de identidad de género, los medicamentos
genéricos, la asignación universal por hijo, en plena pandemia, hasta soñamos
con tener nuestra propia vacuna contra el COVID 19. La lista es muy larga,
podríamos seguir. Cada una de estas medidas iban en pos de ampliar el universo
de sectores alcanzados por derechos básicos que el Estado debe garantizar.
Hoy, noviembre de 2023,
tener que discutir si está bien o mal vender órganos o niños, discutir al Papa
Francisco, a José de San Martín, si fueron 30.000 los desaparecidos durante la
última dictadura cívico-militar o la soberanía de las Islas Malvinas, nos lleva
a, obligatoriamente, tener que parar la pelota y realizar una profunda
reflexión. ¿Son acaso cuestiones válidas para discutir cuando son debates ya
saldados en esta sociedad? En estos últimos días, volvimos a escuchar en
algunos programas de TV, personas manifestándose a favor de la vuelta del
servicio militar obligatorio. ¿Ya olvidamos el caso Carrasco que puso fin a la
conscripción?
El enojo, malestar o
insatisfacción que se generó en torno a que la gestión de Alberto Fernández al
frente del ejecutivo nacional no fue lo totalmente eficaz en torno a
expectativas depositadas allí hace cuatro años atrás se suma a un caldo de
cultivo generado por medios masivos de comunicación y hoy más que antes, las
distintas plataformas digitales (portales, redes sociales, espacios para
generar contenido audiovisual) donde proliferan discursos anti tolerantes o
inclusive, mensajes de corte fascistas. La descalificación constante del otro,
la agresión como método para contestar, degradar, humillar a quien tenemos en
frente,
¿De qué otra manera se puede
explicar lo que estamos viviendo? Aquí no somos neutrales. Tenemos nuestras
reservas, como cualquiera. Nuestro colectivo está integrado por gente de
distintas bases ideológicas y que, inclusive, a la hora de emitir su sufragio
tanto en las elecciones Primarias como en las Generales de octubre, decidieron
inclinarse por distintas opciones. Sin embargo, ahora sí hay un límite. Un
límite, una barrera imposible de cruzar. Un camino que conduce directamente al
abismo, a la nada; a la incertidumbre total. A la quema del Banco Central, aun
cuando mucha gente no conoce el rol que tiene esta entidad y que no es “darle a
la maquinita para imprimir billetes”. Eso se estudia en el colegio secundario:
es el organismo rector del sistema financiero de nuestro país, es el encargado
de la política monetaria; es el banco de bancos.
Días atrás, la novedad era
esa: ir en contra de la “casta”, de lo “enquistado”, de lo “tradicional”. Hoy,
ya escuchamos que no se eliminarán los planes sociales de un día para el otro;
que ANSES y PAMI seguirán existiendo, que “no se va a quitar la ayuda para los que
la necesitan”. Un escenario bastante similar al 2015. Lo cierto, y esto sin
emitir juicio de valor, el discurso se moderó. Entonces cabe la pregunta, ¿cuál
es la versión auténtica? ¿la de la libre portación de armas o la de hacer
cumplir la ley vigente? ¿la de la libre venta de órganos o la de que no existe
en la plataforma electoral? ¿la de la casta tiene miedo o la que acuerda con
Patricia Bullrich y Mauricio Macri?
Muchas preguntas, muchos
interrogantes. Una certeza. El Tambor de Montserrat no es neutral; aquí sí
sabemos que, a pesar de todas las dificultades, con Milei no vamos a ninguna
parte e invitamos a acompañar a Massa. Si nos equivocamos, desde estas páginas,
seremos los primeros en salir a publicar las cosas que consideramos que estén
mal; pero haciéndonos cargo que la opción viable, es la de elegir la bandera
argentina.
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