sábado, 16 de abril de 2022

Malvinas, anhelos y recuerdos

 INTERÉS GENERAL

Malvinas, anhelos y recuerdos.

 Por Rosana Fuertes y Daniel Ontiveros



Las Islas Malvinas son uno de los últimos exponentes del sistema colonial del siglo XVIII en pleno siglo XXI. Sistema que a cualquier persona avergüenza, pero que aún hoy enorgullece a quienes mantienen esos pocos enclaves, en cualquier parte a cualquier costo. Seguramente de no haber sido por la loca aventura de un “majestuoso” general borracho, que no dudó en hacer la guerra con tal de  apuntalar su agrietada dictadura, a esta altura del partido, nuestra bandera estaría ondeando allí. Seguro, si no le hubiera dado la oportunidad a esa muy fea mujer, que se llamaba Margarita, de traer al presente su mundo de cañones, corsarios y uniformes desteñidos. Y hubo guerra. Y perdimos. Y la colonia sigue en pie.

Los chicos y las chicas de Malvinas, fuimos primero adolescentes en el Proceso. Teníamos el miedo en el cuerpo. Los más grandes habían desaparecido o emigrado. La sospecha de ser subversivos por el sólo hecho de ser jóvenes.  Aprendimos el silencio. La pulcritud del pelo corto y las faldas largas. No levantar papeles en la calle. Salir con documentos, siempre. Cuidándonos de los patrulleros, o peor aún de los falcon verdes. Disciplina social.

-El 14 de abril de 1982, mi novio llegaba a Malvinas desde el GADA 601 de Mar del Plata, donde vivíamos. Entré en estado de anestesia, quizás la única manera de seguir… cómo se puede vivir con miedo permanente… una guerra nos separaba y nos unía para siempre.

 - A dieciocho días de haber comenzado mi conscripción, estaba en Puerto Argentino. No fui voluntario, pero tampoco obligado. En los cuarteles de Comodoro Rivadavia se nos preguntó si alguno no quería ir a las Malvinas y una veintena de compañeros quedaron allí. El resto continuamos la marcha. Recuerdo  la emoción  al ver  desde el avión las Islas recortadas contra el mar.

- Y yo la incertidumbre, las náuseas de la angustia. La vida en la ciudad seguía igual, dictadura con aires triunfalistas, grandes títulos de tapa, “argentinazo: las malvinas recuperadas”, “estamos ganando”, “seguimos ganando”, “el Papa viene a la Argentina”… Mundial de fútbol.

- Una mezcla de convicción  y aventura nos hacía sentir parte de la historia y protagonistas de un verdadero film de guerra.  Inmortales como nos creíamos- quién no a los dieciocho- sentíamos el escozor de algo inminente que nunca comenzaba.

- Mi película de terror ya había empezado, sabía que tendría final, pero desconocía si feliz o trágico. Cada segundo todo podía cambiar. Sólo me quedaba esperar.

La flota inglesa, partía, avanzaba, pero no llegaba. Mientras en el continente se sucedían las negociaciones.

-En los pozos recibíamos mil versiones. En la tele parecía que las soluciones estaban al caer . El tiempo pasó y  la flota llegó. Y el 1 de mayo recibimos un tremendo cañoneo naval. Aviones que pasaban rasantes, como en las películas. Lluvia de esquirlas sobre nosotros. Esa noche perdí el conocimiento.

- Cada fragata hundida se festejaba como un gol. El final sería pronto e incruento. Sólo los ingleses sufrirían. Mientras, mis amigas y sus novios iban a bailar cada sábado. Las profesoras exigiéndome como si nada. Todo seguía igual. Extraño.

-De allí en más, lo que todos sabemos. Cañoneos, desembarco en San Carlos y el avance implacable de las tropas británicas. Lo nuestro: resistir y trabajar, noche y día, por la supervivencia. Casi todos inmensamente generosos y sin  guardarse nada en el esfuerzo. Cientos de acciones de coraje, manchadas apenas por algunas cobardías y mezquindades.

-Día a día. Minuto a minuto. Esperar noticias. Una carta. 32 recibí y otras tantas escribí. Los telegramas me llegaban. En todos decía ESTOY BIEN. Pero era consciente que un segundo más tarde podía ya no estarlo. Una encomienda recibió, muchas otras retenidas, pedía velas, chocolates, papel y lapiceras para escribir y dibujar. Dibujar en una guerra, sólo a él se le podía ocurrir… y hasta quizás eso lo salvó.

- La muerte del compañero a quien releve en la guardia: Diego Bellinzona. Una esquirla partió su cuerpo al medio, a la altura de la cintura. Lo partió en dos. Éramos 14, volvimos 13.

-El teléfono avisando una baja en el grupo. Lo supo mi mamá. La confirmación de mis peores pesadillas. Rogar que a él no le hubiera pasado nada. Contar los días. Contar las horas.

- La rendición del gobernador, cuando los ingleses llegaban a su casa. El repliegue de las tropas. Impresionante. Los harapos, las cabezas gachas, los ojos inmensos en los rostros demacrados, las caras de hambre, las caras de hombre - ya no eran chicos. Por cientos, por miles.

-Una multitud esperándolos en la estación de trenes, todos iguales, un abrazo interminable.

Son muchas las realidades que se superponen en cada realidad. Unidas e incluidas en las cuestiones políticas, geográficas e históricas, están las vivencias personales. En este caso profundas y diferentes. Para los dos casi un paseo por el infierno.

-Estar en la guerra es también pasar hambre, sed, sentir frío, no dormir, esperar la muerte. Ver heridos, ver muertos, ver cuerpos muertos, ver montañas de cuerpos muertos. Pedazos de cuerpos. Cuerpos sin espaldas, sin brazos, pedazos de cabezas, de piernas…Y ser derrotados (ni siquiera el consuelo de la victoria). Volver prisioneros, las manos detrás de la nuca como en las películas,  pero a vos y de verdad. Compañeros muertos de sed, bebiendo su orina. Peleándose a trompadas por un plato de sopa. Sopa sin fideos. Agua caliente. El hambre hace pelear hasta a los que se quieren. Los que tuvimos suerte volvimos. Y nos dieron la orden de no hablar nada de lo visto.

- Aún conservo los papeles mimeografiados que le dieron, aconsejando no contar lo sucedido. Lo alimentaron unos días, cambiaron sus ropas, lo enviaron a casa, tratando de tapar, comenzó el olvido.

En poco tiempo el país empezó a cambiar. Y se acabó la dictadura. Y pasó el tiempo. Un tiempo, opresivo. Qué distinto es ahora. Qué suerte tienen nuestros hijos que crecen con otro aire.

Éramos estudiantes de Arte. Queríamos ser artistas. Tratando de entender qué era el arte (todavía tratamos). Éramos novios. 40 años después, seguimos juntos. Tenemos dos hijos hermosos: Juan y Mora. La vuelta y lo que siguió no fue fácil, como para casi nadie esos años en  la Argentina. Pero tuvimos la suerte que muchos no tuvieron: una familia, contención, trabajo, perspectivas y atención médica, cuando hizo falta. Porque no es fácil.

- Varias veces tocó fondo, lo ayudé y juntos salimos. Nos hundimos nuevamente y volvimos, una y otra vez.

Lástima, lastiman los compañeros que no tuvieron esas posibilidades. La sociedad les dio la  espalda. Los más de 400 suicidados, los muertos por cirrosis, los internados y las depresiones.

Hoy Malvinas es una causa nacional y latinoamericana. También es el orgullo de haber estado y compartido. Mezcla de prueba superada y de haber mantenido la dignidad en el infierno. Confirmar valores. Afirmar lo que se cree, cambiar lo necesario.

Hacer arte con todo eso y hacer arte a pesar de eso. Creo que la experiencia de la guerra deja marcas indelebles, y esas marcas están en nosotros. En el corto-circuito del arte todavía hay quienes no saben nuestras vivencias de la guerra. Malvinas aparece solamente si pensamos que podemos colaborar.  No hacemos uso, ni queremos dar lástima con el tema. Al fin y al cabo somos testigos. Lazos de sangre nos unen y atan a nuestros muertos. Y ellos (y nosotros) merecen respeto.

Para nosotros el arte no es un problema formal  – eso se lo dejamos a otros-, preferimos conjugarlo con ética y comunidad.

Lamentablemente no fue la guerra el único infierno que nos tocó, fue simplemente el que nos tocó a nosotros. Pero en estas tierras de plazas bombardeadas, dignidades fusiladas, bastones largos y pelos cortos, torturas y desapariciones, cada cual tuvo su infierno. Hasta el hambre pasó por estas pampas! Por eso la apuesta a que las lágrimas sean parte de la argamasa con la que ponemos los ladrillos entre todos. Esa idea está en la intención de nuestras obras. Frente  a la exclusiva mirada del estanciero y los oscuros anteojos de Victoria (que parecidos a los del almirante Isaac!), una construcción colectiva, diaria y libre. No pretendemos ninguna novedad, esta línea ya es tradición, la compartieron y comparten maestros, amigos y compañeros. Sumarnos a ese coro.

 

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