‘’Algún dia nos puede tocar a nosotros’’ y la ‘’batalla cultural’’
Arrancó el año y, arrancó fuerte. El cierre
de 2024, un año bastante complejo en materia política, social, económica, nos
deja como saldo muchísimas cosas de las que podríamos conversar horas, escribir
muchas páginas e incluso, escuchar monólogos, grandes alocuciones al respecto.
El verano pareciera llegar a principios de febrero; eso generó que no haya
grandes cortes de energía. De mediados de enero en adelante comenzaron en
algunos sectores de la Ciudad, donde Montserrat resultó bastante ileso –no así
Constitución, de Independencia hacia el sur. Esa falsa primavera vivida a fines
de diciembre trajo unas fiestas más tranquilas a excepción de aquellas familias
que en sus filas contaron con algún que otro trabajador despedido. Y digo, o
debiera decir, miles trabajadores que quedaron en la calle.
Parte de la discusión que penetra en diversos
sectores de la sociedad, lleva a muchas personas a festejar achique en la
estructura estatal, cierre de dependencias, trabajadores despedidos. Todo hasta
que nos toque a nosotros. Pongamos un pequeño ejemplo; si tenemos un problema
con una empresa producto de un mal servicio, de una falla en algo que
compramos, una estafa o lo que fuera, ya no hay donde reclamar. Las áreas
pertinentes que trabajaban sobre el derecho de los consumidores fue
desfinanciada y fusionada con otras dos, y ya no posee las mismas competencias.
Esto quiere decir que, Raul que se
jacta de celebrar cada una de estas cuestiones porque es exactamente lo que votó, no tiene a quién reclamarle cuando un
objeto que compró por algún sistema de mensajería –casi monopólico hoy- le
llegó en mal estado. Pero aguanta, porque es la batalla cultural.
“La batalla cultural”, esa que el gobierno
pretende dar todos los días, con discusiones que ya fueron saldadas hace
muchísimos años, es muy compleja. Con un ejército de trolls que inunda las
redes sociales, inclina la cancha, mientras que desde el campo popular algunos
sectores piden dar la discusión allí, en ese terreno hostil y sin reglas del
juego claras –o bien, a favor de los sectores dominantes-, con medios de
comunicación tradicionales que ya empiezan a jugar su partido de cara a las
elecciones de medio término, no tiene estos elementos como los más importantes.
O quizás sí.
Lo que se ve por estos pagos últimamente, es
que muchas personas optan por no informarse. Por no leer, por no ver
televisión, no escuchar radio. Con suerte algún podcast; ven algún stream por
YouTube o agarran X (ex Twitter) un rato. Ya ni entran a los portales a leer
titulares. Se filta por Tik Tok, por Instagram y en Facebook proliferan las
noticias falsas. Allí se desprende un pequeño hilo del que poder tirar.
Si vamos al 2015, el presidente Mauricio
Macri se impuso en las elecciones nacionales y los medios de comunicación
tradicionales (y hegemónicos) –entiéndase tele, radio, diarios- tuvieron un
papel rotundamente preponderante. La demonización de la entonces televisión
pública, la campaña de “la morsa”, “la ruta del dinero k”, “la grieta”, por
citar algunos ejemplos. Todo eso transcurría en un mundo con hábitos de consumo
muy distintos a hoy. En estos tiempos, esos medios hegemónicos continúan
marcando agenda, pero no con la misma fuerza. Hoy predomina la desinformación
y, en muchos casos, es por propia decisión. Ojo, no estamos juzgando, solo
describimos. No vamos a juzgar a una persona que tiene tres trabajos, que se
desempeña en sus ámbitos laborales diez, once, doce horas por día y llega a la
casa y quiere poner una serie en Netflix. No, en lo más mínimo. Está agotado. Come
y se quiere acostar –diría Homero de Viejas Locas, pero ya ese trabajador
no tiene los mismos derechos ni tampoco el salario de hace diez años. No tiene
ganas de prender la televisión para escuchar gritar a cualquiera en cualquier
canal.
Pero ese no es el problema mayor. Porque
muchos y muchas de los que leen esto –y quienes escribimos aquí no estamos
exentos- queremos poner una serie en Netflix si es que tenemos la posibilidad.
El tema tiene que ser que más allá de estar cansados, agotados, que la realidad
nos supere, no dejar que nos gane la apatía, la desazón, la depresión. Si no lo
veo, sucede igual.
Si todo esto es así, por qué seguimos
editando un periódico que, además de algunas viralizaciones en redes, su
formato sostén sea el papel, se preguntará válidamente. La respuesta es que
seguimos apostando a comunicar. A comunicar cosas que creemos que valen la pena
ser comunicadas. Nos gustaría tener más espacio, más tirada, más ejemplares. La
mano no viene fácil para nadie, y nosotrxs tampoco zafamos de esa.
Volver a encontrarnos, a compartir. Un mate,
la plaza, la vereda. Hoy las banderas de resistencia las levantan los
colectivos de la diversidad, la salud pública y los sitios de memoria. Piden
que acompañemos. Desde El Tambor nos sumamos, porque si no, puede que algún día
nos toque a nosotrxs y también necesitemos el acompañamiento de otros tantos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario