domingo, 16 de febrero de 2025

‘’Algún dia nos puede tocar a nosotros’’ y la ‘’batalla cultural’’

EDITORIAL

‘’Algún dia nos puede tocar a nosotros’’ y la ‘’batalla cultural’’



Arrancó el año y, arrancó fuerte. El cierre de 2024, un año bastante complejo en materia política, social, económica, nos deja como saldo muchísimas cosas de las que podríamos conversar horas, escribir muchas páginas e incluso, escuchar monólogos, grandes alocuciones al respecto. El verano pareciera llegar a principios de febrero; eso generó que no haya grandes cortes de energía. De mediados de enero en adelante comenzaron en algunos sectores de la Ciudad, donde Montserrat resultó bastante ileso –no así Constitución, de Independencia hacia el sur. Esa falsa primavera vivida a fines de diciembre trajo unas fiestas más tranquilas a excepción de aquellas familias que en sus filas contaron con algún que otro trabajador despedido. Y digo, o debiera decir, miles trabajadores que quedaron en la calle.

Parte de la discusión que penetra en diversos sectores de la sociedad, lleva a muchas personas a festejar achique en la estructura estatal, cierre de dependencias, trabajadores despedidos. Todo hasta que nos toque a nosotros. Pongamos un pequeño ejemplo; si tenemos un problema con una empresa producto de un mal servicio, de una falla en algo que compramos, una estafa o lo que fuera, ya no hay donde reclamar. Las áreas pertinentes que trabajaban sobre el derecho de los consumidores fue desfinanciada y fusionada con otras dos, y ya no posee las mismas competencias. Esto quiere decir que, Raul que se jacta de celebrar cada una de estas cuestiones porque es exactamente lo que votó, no tiene a quién reclamarle cuando un objeto que compró por algún sistema de mensajería –casi monopólico hoy- le llegó en mal estado. Pero aguanta, porque es la batalla cultural.

“La batalla cultural”, esa que el gobierno pretende dar todos los días, con discusiones que ya fueron saldadas hace muchísimos años, es muy compleja. Con un ejército de trolls que inunda las redes sociales, inclina la cancha, mientras que desde el campo popular algunos sectores piden dar la discusión allí, en ese terreno hostil y sin reglas del juego claras –o bien, a favor de los sectores dominantes-, con medios de comunicación tradicionales que ya empiezan a jugar su partido de cara a las elecciones de medio término, no tiene estos elementos como los más importantes. O quizás sí.

Lo que se ve por estos pagos últimamente, es que muchas personas optan por no informarse. Por no leer, por no ver televisión, no escuchar radio. Con suerte algún podcast; ven algún stream por YouTube o agarran X (ex Twitter) un rato. Ya ni entran a los portales a leer titulares. Se filta por Tik Tok, por Instagram y en Facebook proliferan las noticias falsas. Allí se desprende un pequeño hilo del que poder tirar.

Si vamos al 2015, el presidente Mauricio Macri se impuso en las elecciones nacionales y los medios de comunicación tradicionales (y hegemónicos) –entiéndase tele, radio, diarios- tuvieron un papel rotundamente preponderante. La demonización de la entonces televisión pública, la campaña de “la morsa”, “la ruta del dinero k”, “la grieta”, por citar algunos ejemplos. Todo eso transcurría en un mundo con hábitos de consumo muy distintos a hoy. En estos tiempos, esos medios hegemónicos continúan marcando agenda, pero no con la misma fuerza. Hoy predomina la desinformación y, en muchos casos, es por propia decisión. Ojo, no estamos juzgando, solo describimos. No vamos a juzgar a una persona que tiene tres trabajos, que se desempeña en sus ámbitos laborales diez, once, doce horas por día y llega a la casa y quiere poner una serie en Netflix. No, en lo más mínimo. Está agotado. Come y se quiere acostar –diría Homero de Viejas Locas, pero ya ese trabajador no tiene los mismos derechos ni tampoco el salario de hace diez años. No tiene ganas de prender la televisión para escuchar gritar a cualquiera en cualquier canal.

Pero ese no es el problema mayor. Porque muchos y muchas de los que leen esto –y quienes escribimos aquí no estamos exentos- queremos poner una serie en Netflix si es que tenemos la posibilidad. El tema tiene que ser que más allá de estar cansados, agotados, que la realidad nos supere, no dejar que nos gane la apatía, la desazón, la depresión. Si no lo veo, sucede igual.

Si todo esto es así, por qué seguimos editando un periódico que, además de algunas viralizaciones en redes, su formato sostén sea el papel, se preguntará válidamente. La respuesta es que seguimos apostando a comunicar. A comunicar cosas que creemos que valen la pena ser comunicadas. Nos gustaría tener más espacio, más tirada, más ejemplares. La mano no viene fácil para nadie, y nosotrxs tampoco zafamos de esa.

Volver a encontrarnos, a compartir. Un mate, la plaza, la vereda. Hoy las banderas de resistencia las levantan los colectivos de la diversidad, la salud pública y los sitios de memoria. Piden que acompañemos. Desde El Tambor nos sumamos, porque si no, puede que algún día nos toque a nosotrxs y también necesitemos el acompañamiento de otros tantos.

 

 


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