INTERÉS GENERAL
Malvinas, anhelos
y recuerdos.
Por Rosana Fuertes y Daniel Ontiveros
Las Islas Malvinas son uno de los últimos exponentes del
sistema colonial del siglo XVIII en pleno siglo XXI. Sistema que a cualquier
persona avergüenza, pero que aún hoy enorgullece a quienes mantienen esos pocos
enclaves, en cualquier parte a cualquier costo. Seguramente de no haber sido
por la loca aventura de un “majestuoso” general borracho, que no dudó en hacer
la guerra con tal de apuntalar su
agrietada dictadura, a esta altura del partido, nuestra bandera estaría
ondeando allí. Seguro, si no le hubiera dado la oportunidad a esa muy fea
mujer, que se llamaba Margarita, de traer al presente su mundo de cañones,
corsarios y uniformes desteñidos. Y hubo guerra. Y perdimos. Y la colonia sigue
en pie.
Los chicos y las chicas de Malvinas, fuimos primero
adolescentes en el Proceso. Teníamos el miedo en el cuerpo. Los más grandes
habían desaparecido o emigrado. La sospecha de ser subversivos por el sólo
hecho de ser jóvenes. Aprendimos el
silencio. La pulcritud del pelo corto y las faldas largas. No levantar papeles
en la calle. Salir con documentos, siempre. Cuidándonos de los patrulleros, o
peor aún de los falcon verdes. Disciplina social.
-El 14 de abril de
1982, mi novio llegaba a Malvinas desde el GADA 601 de Mar del Plata, donde vivíamos.
Entré en estado de anestesia, quizás la única manera de seguir… cómo se puede
vivir con miedo permanente… una guerra nos separaba y nos unía para siempre.
- A dieciocho días de haber comenzado mi
conscripción, estaba en Puerto Argentino. No fui voluntario, pero tampoco
obligado. En los cuarteles de Comodoro Rivadavia se nos preguntó si alguno no
quería ir a las Malvinas y una veintena de compañeros quedaron allí. El resto
continuamos la marcha. Recuerdo la
emoción al ver desde el avión las Islas recortadas contra el
mar.
- Y yo la
incertidumbre, las náuseas de la angustia. La vida en la ciudad seguía igual, dictadura
con aires triunfalistas, grandes títulos de tapa, “argentinazo: las malvinas
recuperadas”, “estamos ganando”, “seguimos ganando”, “el Papa viene a la
Argentina”… Mundial de fútbol.
- Una mezcla de
convicción y aventura nos hacía sentir
parte de la historia y protagonistas de un verdadero film de guerra. Inmortales como nos creíamos- quién no a los
dieciocho- sentíamos el escozor de algo inminente que nunca comenzaba.
- Mi película de
terror ya había empezado, sabía que tendría final, pero desconocía si feliz o
trágico. Cada segundo todo podía cambiar. Sólo me quedaba esperar.
La flota inglesa, partía, avanzaba, pero no llegaba.
Mientras en el continente se sucedían las negociaciones.
-En los pozos
recibíamos mil versiones. En la tele parecía que las soluciones estaban al caer
. El tiempo pasó y la flota llegó. Y el
1 de mayo recibimos un tremendo cañoneo naval. Aviones que pasaban rasantes,
como en las películas. Lluvia de esquirlas sobre nosotros. Esa noche perdí el
conocimiento.
- Cada fragata
hundida se festejaba como un gol. El final sería pronto e incruento. Sólo los
ingleses sufrirían. Mientras, mis amigas y sus novios iban a bailar cada
sábado. Las profesoras exigiéndome como si nada. Todo seguía igual. Extraño.
-De allí en más, lo
que todos sabemos. Cañoneos, desembarco en San Carlos y el avance implacable de
las tropas británicas. Lo nuestro: resistir y trabajar, noche y día, por la
supervivencia. Casi todos inmensamente generosos y sin guardarse nada en el esfuerzo. Cientos de acciones
de coraje, manchadas apenas por algunas cobardías y mezquindades.
-Día a día. Minuto a
minuto. Esperar noticias. Una carta. 32 recibí y otras tantas escribí. Los
telegramas me llegaban. En todos decía ESTOY BIEN. Pero era consciente que un
segundo más tarde podía ya no estarlo. Una encomienda recibió, muchas otras
retenidas, pedía velas, chocolates, papel y lapiceras para escribir y dibujar.
Dibujar en una guerra, sólo a él se le podía ocurrir… y hasta quizás eso lo
salvó.
- La muerte del
compañero a quien releve en la guardia: Diego Bellinzona. Una esquirla partió
su cuerpo al medio, a la altura de la cintura. Lo partió en dos. Éramos 14,
volvimos 13.
-El teléfono avisando
una baja en el grupo. Lo supo mi mamá. La confirmación de mis peores
pesadillas. Rogar que a él no le hubiera pasado nada. Contar los días. Contar
las horas.
- La rendición del
gobernador, cuando los ingleses llegaban a su casa. El repliegue de las tropas.
Impresionante. Los harapos, las cabezas gachas, los ojos inmensos en los
rostros demacrados, las caras de hambre, las caras de hombre - ya no eran
chicos. Por cientos, por miles.
-Una multitud esperándolos
en la estación de trenes, todos iguales, un abrazo interminable.
Son muchas las realidades que se superponen en cada
realidad. Unidas e incluidas en las cuestiones políticas, geográficas e
históricas, están las vivencias personales. En este caso profundas y
diferentes. Para los dos casi un paseo por el infierno.
-Estar en la guerra es
también pasar hambre, sed, sentir frío, no dormir, esperar la muerte. Ver
heridos, ver muertos, ver cuerpos muertos, ver montañas de cuerpos muertos.
Pedazos de cuerpos. Cuerpos sin espaldas, sin brazos, pedazos de cabezas, de
piernas…Y ser derrotados (ni siquiera el consuelo de la victoria). Volver
prisioneros, las manos detrás de la nuca como en las películas, pero a vos y de verdad. Compañeros muertos de
sed, bebiendo su orina. Peleándose a trompadas por un plato de sopa. Sopa sin
fideos. Agua caliente. El hambre hace pelear hasta a los que se quieren. Los
que tuvimos suerte volvimos. Y nos dieron la orden de no hablar nada de lo
visto.
- Aún conservo los
papeles mimeografiados que le dieron, aconsejando no contar lo sucedido. Lo
alimentaron unos días, cambiaron sus ropas, lo enviaron a casa, tratando de
tapar, comenzó el olvido.
En poco tiempo el país empezó a cambiar. Y se acabó la
dictadura. Y pasó el tiempo. Un tiempo, opresivo. Qué distinto es ahora. Qué
suerte tienen nuestros hijos que crecen con otro aire.
Éramos estudiantes de Arte. Queríamos ser artistas. Tratando
de entender qué era el arte (todavía tratamos). Éramos novios. 40 años después,
seguimos juntos. Tenemos dos hijos hermosos: Juan y Mora. La vuelta y lo que
siguió no fue fácil, como para casi nadie esos años en la Argentina. Pero tuvimos la suerte que
muchos no tuvieron: una familia, contención, trabajo, perspectivas y atención
médica, cuando hizo falta. Porque no es fácil.
- Varias veces tocó
fondo, lo ayudé y juntos salimos. Nos hundimos nuevamente y volvimos, una y
otra vez.
Lástima, lastiman los compañeros
que no tuvieron esas posibilidades. La sociedad les dio la espalda. Los más de 400 suicidados, los
muertos por cirrosis, los internados y las depresiones.

Hoy Malvinas es una causa
nacional y latinoamericana. También es el orgullo de haber estado y compartido.
Mezcla de prueba superada y de haber mantenido la dignidad en el infierno.
Confirmar valores. Afirmar lo que se cree, cambiar lo necesario.
Hacer arte con todo eso y hacer arte a pesar de eso. Creo
que la experiencia de la guerra deja marcas indelebles, y esas marcas están en nosotros.
En el corto-circuito del arte todavía hay quienes no saben nuestras vivencias
de la guerra. Malvinas aparece solamente si pensamos que podemos
colaborar. No hacemos uso, ni queremos
dar lástima con el tema. Al fin y al cabo somos testigos. Lazos de sangre nos
unen y atan a nuestros muertos. Y ellos (y nosotros) merecen respeto.
Para nosotros el arte no es un problema formal – eso se lo dejamos a otros-, preferimos
conjugarlo con ética y comunidad.
Lamentablemente no fue la guerra el único infierno que nos
tocó, fue simplemente el que nos tocó a nosotros. Pero en estas tierras de
plazas bombardeadas, dignidades fusiladas, bastones largos y pelos cortos,
torturas y desapariciones, cada cual tuvo su infierno. Hasta el hambre pasó por
estas pampas! Por eso la apuesta a que las lágrimas sean parte de la argamasa
con la que ponemos los ladrillos entre todos. Esa idea está en la intención de nuestras
obras. Frente a la exclusiva mirada del
estanciero y los oscuros anteojos de Victoria (que parecidos a los del
almirante Isaac!), una construcción colectiva, diaria y libre. No pretendemos
ninguna novedad, esta línea ya es tradición, la compartieron y comparten
maestros, amigos y compañeros. Sumarnos a ese coro.