viernes, 27 de enero de 2017

No hay que olvidarse de todo

Por Martín Ciraolo



Las cosas ocurren muy rápido. Mucho dinamismo, mucho vértigo.
A veces, pasan de largo. Nos levantamos, nos bañamos, nos lavamos los dientes, nos vestimos, desayunamos y vamos a trabajar. Recibimos directivas, ejecutamos, almorzamos, caminamos por las calles, tomamos colectivos, trenes y subtes, quizás otros se suban a un avión.
Vemos a nuestros familiares, amigos, compañeros de diferentes tipos de actividades: sociales, culturales, políticas. Vamos a un club, a un centro cultural, a aprender inglés o a hacer gimnasia artística. Vamos al gimnasio, a la cancha, a la plaza, al parque, al boliche, a la parrilla de la esquina.
Cualquiera de estos momentos puede perderse en la vorágine de lo cotidiano, o plasmarse para siempre en la memoria. Pero cabe preguntarse, ¿Somos capaces de detener el tiempo? ¿Podemos detenernos un instante en esta carrera que siempre nos toca perder? ¿Es posible que dejemos pasar de largo por unos minutos la histeria y el desenfreno con el que se vive? En los tiempos que corren el acceso a la tecnología y los grandes avances permiten que cualquier teléfono celular pueda capturar esos momentos. Sea para compartirlos o bien para hacerlos propios, una foto se transforma así en un momento.
Justamente, y en materia opinable y de discusión, en ciertos aspectos a veces parece que si no se toma la foto en el momento indicado la vivencia se pierde, se desvanece en el tiempo y cae en el olvido. No cuenta como vivido.
Y así como podemos hacer cientos de cosas, con la capacidad de dejarlas pasar, aún así no debemos olvidar otras, como que hay gente que trabaja con la fotografía, que es su oficio, su profesión, su vida. No debemos olvidarnos de José Luis Cabezas, reportero gráfico asesinado en un acto infame contra la libertad de expresión.
A veces vamos tan rápido, que nos olvidamos de ciertas cosas.
No nos olvidemos de Cabezas.

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