Análisis
Ser opción o no, esa es la cuestión.
Ser opción o no, esa es la cuestión.
Por Martín Ciraolo.
El horizonte ya
no parece tan prometedor, el terreno tampoco tan fértil. Semanas atrás, quizás
un par de meses también, cualquier encuesta, cualquier sondeo de imagen
arrojaba datos positivos para la gestión de Cambiemos –sobre todo en los tres
principales escenarios electorales (CABA, Provincia de Buenos Aires, Nación).
La situación económica por la que atravesamos, producto de “errores propios”
según el propio Presidente de la Nación, lleva el escenario a una foto muy
nítida: caída en la economía interna, bajo nivel de consumo de los sectores
medios y populares, pérdida del empleo, aumento de la actividad (y
especulación) financiera. ¿A quién se le ocurriría abrir un kiosco, una
panadería, un local de ropa, si no tiene la garantía de que el margen de rentabilidad
sea superior al 40, 50, 70 por ciento que es lo que ofrecen las tasas del
mercado financiero? ¿Arriesgarse a contratar empleados y asumir riesgos cuando
puede poner el dinero a “trabajar solo” y que sea el mercado quien regule y
asigne los márgenes de ganancia? A esta altura ni el más patriota lo haría.
Entrando en el
segundo semestre de 2018, ya con vistas al año que viene que nos pondrá de
nuevo ante un escenario de elecciones presidenciales, se observa de reojo al
oficialismo como a la oposición.
Cambiemos
mantiene una base electoral que, según la mayoría de las consultoras, continúa
rondando el 30%. Un treinta duro conformado por una parte ideológicamente
ubicado a la derecha, y otra que “no está dispuesto a que vuelvan los K”.
La tarea de la
oposición será reorganizarse para encontrar como alternativa una oferta
electoral seductora para el grueso de la sociedad. Apuntada al 51% que votó a
Cambiemos en el balotaje de 2015. Hasta allí vamos bien. Pero la Izquierda,
todavía continúa en una situación de marginalidad. El “progresismo” de
Stolbizer fue preso de su propia mala estrategia de querer convertirse en
Carrió o de querer sumarse a un espacio como el de Sergio Massa, que no deja de
ser peronista. Y Cristina.
Muches ven con
buenos ojos que el peronismo construya un gran espacio, una gran alianza: el
kirchenrismo, el pejotismo, el panperonismo. Todos adentro. Pero certeza hay
una sola: ni los Felipe Solá, Alberto Fernández, Agustines Rossis, tienen peso específico
propio. Se los aportan Massa y CFK. Un apotegma irrefutable. Y el único esquema
de alianza real, que tenga competitividad en una primera vuelta, es la
construcción de un espacio conformado por estas dos cabezas, lo cual es poco
probable.
Consultamos a
Artemio López, sociólogo y director de la consultora Equis, quien afirma: “la caída de la imagen de las principales
figuras del gobierno se debe a la ausencia de expectativas de mejoras
socioeconómicas y el empeoramiento notable de las condiciones de vida”. Pero
quien tiene buenas chances de crecer, es Sergio Massa. Hay un electorado de
clase media y media baja, que en el año 2015 acompañó a Cambiemos en la segunda
vuelta que hoy no volvería a votarlo, debido, principalmente, a la suba de
precios generalizada y los tarifazos, que golpearon directamente al salario
real y llevó a empeorar las condiciones
de vida. Pero, si a este factor le sumamos, por ejemplo, el claro apoyo del
massismo al acuerdo con el FMI, luego de retirar a sus legisladores de la
cámara baja, Massa se muestra como una figura amistosa hacia los mercados. Una iniciativa
más al proyecto neoliberal de Cambiemos, señales que el grueso de la población
no sabemos si ve.
Desde otra
perspectiva, el massismo no deja de tener una fuerte composición peronista
entre sus cuadros más importantes, lo que le da una disposición de mayor
crecimiento ante el electorado en fuga del oficialismo. Si tomamos las
mediciones de la consultora de Ricardo Rouvier, se estima que hay un 30% del
electorado de Cambiemos en ballotage, en situación de defraudación. Esto supone
15 puntos del padrón electoral efectivo. La otra parte de ese electorado,
podría recaer en Cristina Kirchner. Entendiendo como factor de incidencia el
reconocimiento a las políticas aplicadas durante sus gestiones, su capacidad y
efectividad, hasta incluso por la nostalgia del “estábamos mejor”. Y allí retomamos la primera parte de nuestro
análisis: hablamos de economía, mencionamos las variables de todos los días
cuando el foco debe ser la política. Hay que volver a mostrarle a la sociedad
que la política es otra cosa. Que es la herramienta de transformación, que la
economía debe estar supeditada al poder político, al poder ejecutivo y no a los
mercados. Si los mercados nos van a gobernar, sabemos cómo termina esta
historia. Será tarea de la oposición, además de serlo, convertirse en opción.
Si no, será todo más complejo de lo que hasta hoy vemos.
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