martes, 24 de julio de 2018

Ser opción o no, esa es la cuestión.


Análisis
Ser opción o no, esa es la cuestión.
Por Martín Ciraolo.

El horizonte ya no parece tan prometedor, el terreno tampoco tan fértil. Semanas atrás, quizás un par de meses también, cualquier encuesta, cualquier sondeo de imagen arrojaba datos positivos para la gestión de Cambiemos –sobre todo en los tres principales escenarios electorales (CABA, Provincia de Buenos Aires, Nación). La situación económica por la que atravesamos, producto de “errores propios” según el propio Presidente de la Nación, lleva el escenario a una foto muy nítida: caída en la economía interna, bajo nivel de consumo de los sectores medios y populares, pérdida del empleo, aumento de la actividad (y especulación) financiera. ¿A quién se le ocurriría abrir un kiosco, una panadería, un local de ropa, si no tiene la garantía de que el margen de rentabilidad sea superior al 40, 50, 70 por ciento que es lo que ofrecen las tasas del mercado financiero? ¿Arriesgarse a contratar empleados y asumir riesgos cuando puede poner el dinero a “trabajar solo” y que sea el mercado quien regule y asigne los márgenes de ganancia? A esta altura ni el más patriota lo haría.
Entrando en el segundo semestre de 2018, ya con vistas al año que viene que nos pondrá de nuevo ante un escenario de elecciones presidenciales, se observa de reojo al oficialismo como a la oposición.
Cambiemos mantiene una base electoral que, según la mayoría de las consultoras, continúa rondando el 30%. Un treinta duro conformado por una parte ideológicamente ubicado a la derecha, y otra que “no está dispuesto a que vuelvan los K”.
La tarea de la oposición será reorganizarse para encontrar como alternativa una oferta electoral seductora para el grueso de la sociedad. Apuntada al 51% que votó a Cambiemos en el balotaje de 2015. Hasta allí vamos bien. Pero la Izquierda, todavía continúa en una situación de marginalidad. El “progresismo” de Stolbizer fue preso de su propia mala estrategia de querer convertirse en Carrió o de querer sumarse a un espacio como el de Sergio Massa, que no deja de ser peronista. Y Cristina.
Muches ven con buenos ojos que el peronismo construya un gran espacio, una gran alianza: el kirchenrismo, el pejotismo, el panperonismo. Todos adentro. Pero certeza hay una sola: ni los Felipe Solá, Alberto Fernández, Agustines Rossis, tienen peso específico propio. Se los aportan Massa y CFK. Un apotegma irrefutable. Y el único esquema de alianza real, que tenga competitividad en una primera vuelta, es la construcción de un espacio conformado por estas dos cabezas, lo cual es poco probable.
Consultamos a Artemio López, sociólogo y director de la consultora Equis, quien afirma: “la caída de la imagen de las principales figuras del gobierno se debe a la ausencia de expectativas de mejoras socioeconómicas y el empeoramiento notable de las condiciones de vida”. Pero quien tiene buenas chances de crecer, es Sergio Massa. Hay un electorado de clase media y media baja, que en el año 2015 acompañó a Cambiemos en la segunda vuelta que hoy no volvería a votarlo, debido, principalmente, a la suba de precios generalizada y los tarifazos, que golpearon directamente al salario real y llevó a empeorar las  condiciones de vida. Pero, si a este factor le sumamos, por ejemplo, el claro apoyo del massismo al acuerdo con el FMI, luego de retirar a sus legisladores de la cámara baja, Massa se muestra como una figura amistosa hacia los mercados. Una iniciativa más al proyecto neoliberal de Cambiemos, señales que el grueso de la población no sabemos si ve.
Desde otra perspectiva, el massismo no deja de tener una fuerte composición peronista entre sus cuadros más importantes, lo que le da una disposición de mayor crecimiento ante el electorado en fuga del oficialismo. Si tomamos las mediciones de la consultora de Ricardo Rouvier, se estima que hay un 30% del electorado de Cambiemos en ballotage, en situación de defraudación. Esto supone 15 puntos del padrón electoral efectivo. La otra parte de ese electorado, podría recaer en Cristina Kirchner. Entendiendo como factor de incidencia el reconocimiento a las políticas aplicadas durante sus gestiones, su capacidad y efectividad, hasta incluso por la nostalgia del “estábamos mejor”. Y allí retomamos la primera parte de nuestro análisis: hablamos de economía, mencionamos las variables de todos los días cuando el foco debe ser la política. Hay que volver a mostrarle a la sociedad que la política es otra cosa. Que es la herramienta de transformación, que la economía debe estar supeditada al poder político, al poder ejecutivo y no a los mercados. Si los mercados nos van a gobernar, sabemos cómo termina esta historia. Será tarea de la oposición, además de serlo, convertirse en opción. Si no, será todo más complejo de lo que hasta hoy vemos.  



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