La necesidad de un año nuevo
Por Andrés Respeño
La Tierra, secular y constante, cumple con un nuevo ciclo. Luego de trescientos sesenta y cinco días, llega pacientemente al punto del cual partió. Para algunos, estos días habrán sido interminables, para otros habrán pasado volando.
Difícilmente, el momento exacto en que nuestro planeta pasa del treinta y uno de diciembre al primero de enero se deba a un accidente astronómico. Tenemos entendido que fue la arbitrariedad de algunos astrónomos y la voluntad de un Papa. ¿Por qué habrán elegido el primero de enero para comenzar el año? A ciencia cierta, no lo sabemos. Lo que sí podemos presagiar es que seguramente nuestro planeta pasará del primero de enero al día dos y así sucesivamente para llevarnos, una vez más, sobre su lomo como un animal cansado durante todo el 2020.
Desde una criterio más científico, podríamos decir que los ciclos astronómicos o geométricos son períodos que se cumplen para volver a comenzar desde el mismo lugar en que partieron, sin modificaciones o variantes. Pero, en cambio, los ciclos de la realidad, los que nos involucran, los que mueven a Montserrat, al país, siempre conllevan modificaciones y estas afectan en mayor grado a los vecinos, a los ciudadanos, a los compatriotas, que a su vez modifican al ciclo. Por tal motivo, podríamos decir que nosotros, en estos días, sin una fecha muy cierta, estamos comenzando una vuelta distinta, donde lo nuevo no es nuevo del todo y lo que se va, no se va tan lejos.
¿Y por qué? Porque lo que llamamos nuevo, siempre trae algo del pasado. Ese algo que nos permite ver la manera diferente en la que lo nuevo se presenta. Lo viejo, lo conocido, lo que se va, tampoco se va del todo, ha dejado mella, marca, en nosotros, nos ha transformado, modificado. Por eso es necesario tener en cuenta que los “finales de ciclo” no terminan así como así, y que nosotros no somos los mismos que acompañamos a La Tierra en sus vueltas alrededor del Sol, año tras año. Es necesario concientizarnos que las políticas de ajuste y sacrificio no generan un pueblo fraterno con tiempo para reparar en el vecino, en el amigo, en el otro. La mezquindad se apodera del sufriente. Las políticas meritócratas nos vuelven más ruines, egoístas, temerosos. La prueba está en nosotros y en la realidad que nos circunda. Vemos las marcas, las heridas, las ausencias, que ha dejado lo que queda atrás pero agazapado en la esquina.
Sin embargo, vemos y presagiamos, quizá por instinto de conservación, las alegrías, las esperanzas de lo que viene. La Tierra, generosa, comenzará sin pedirnos nada a cambio, una vuelta más. No en vano, La Navidad, o sea lo que nace, está tan cerca del nuevo año.
En estas fiestas, brindaremos, por lo nuevo. Algunos lo harán con amigos, otros con familiares, otros solos, unos se habrán dormido, algunos desde un colchón en el piso bajo un alero, otros alrededor de una mesa navideña, todos con la esperanza de un mañana mejor, solidario, generoso, valiente; y esta vez, roguemos que sea porque hemos entendido que es imperiosamente necesario.
Muy bueno y real.que los proximos 365 dias sean mejores.
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