viernes, 1 de abril de 2022

Sigue girando

 EDITORIAL

Sigue girando

De la redacción.


 

A pesar de que a veces no tomamos noción del tiempo, en un abrir y cerrar de ojos, ya dimos vuelta la segunda hoja del almanaque de este 2022. Un verano rápido y vertiginoso, con un comienzo de año que nos trajo el dejar atrás lo más duro de la pandemia. Una tercera ola en el medio de la temporada -que por cierto, explotó en todos lados muy ayudada del Pre Viaje- nos puso en alerta en pleno momento de recuperar algo de normalidad.

Al norte, una provincia en llamas. ¿Son intencionales los focos? ¿Prácticas habituales? ¿Ausencia del estado? ¿Del provincial o nacional? Ojo, cuidado con cómo se cuenta la historia. No había llegado la lluvia a Corrientes cuando del otro lado del globo la escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania avanza un paso más. Intervención militar y, ¿comienzo de guerra? Guerra; que concepto difícil, justo este año que acá, sí, acá en nuestra tierra se van a cumplir 40 años de Malvinas.

En una guerra no hay buenos ni malos; puede haber posiciones marcadas con las cuales se puede estar más o menos de acuerdo pero que, no justifican intervenciones armadas ni pérdidas de vidas. Bien decíamos palabras atrás, “cuidado con cómo se cuenta la historia”. No es lo mismo decir “Putin invade Ucrania: Rusia y sus intenciones imperiales de siempre” que “Rusia se defiende de los avances de la OTAN en la región”. ¿Sería lo mismo si ocurriese en la frontera de Estados Unidos con México o Canadá por parte de los rusos? Probablemente no. Lo que sí sabemos, es que el mundo tal cual lo conocemos está volviendo nuevamente a mutar.

En ese ida y vuelta, mientras los primeros misiles empiezan a caer en Kiev, volvamos aquí a nuestro país y a los incendios de Corrientes. Santi Maratea tuitea en busca de fondos para colaborar con la zona y los desastres que ocurrieron. Y el tipo junta más de cien palos en cuestión de horas. Allí las alarmas otra vez: como un influencer es más eficiente que el Estado, porque “si nos unimos entre todos logramos cosas fantásticas”. Y los medios hegemónicos se hacen eco de esa premisa. Lo ineficiente del Estado, lo obsoleto, lo elefantiásico de ese monstruo que no funciona. El discurso “liberal” vuelve a penetrar sobre debates ya saldados. El estado es el que garantiza que los semáforos funcionen, haya calles asfaltadas, recolección de residuos, los hospitales tengan profesionales e insumos, y que la educación pública sea de calidad, aunque a partir de este ciclo lectivo “no se usen más palabras difíciles”, Acuña dixit.

En simultáneo, del otro lado de la grieta se escuchan algunas voces atacando al tuitero por su calidad de librepensador progresista. “El estado pone ciento de miles de pesos por día” o “Dejen de donar plata para lavar culpas de clase”, entre otras.

Y no, allí el error. Hay que abrazar causas como las de Santiago Maratea, un tipo que, en medio del fragor de esa discusión, se anima a decir que quienes más facturan, más dinero de impuestos deben pagar. Necesitamos más solidaridad, ser más protagonistas de estos tiempos. De nuestros tiempos.

Y necesitamos más Estado, por supuesto. No necesitamos funcionarios que sorteen sus salarios; el sueldo es la retribución al trabajo: ¿de qué viven si no? Hay que exigir que haya más y mejores medidas. Con lo que se tiene por supuesto porque, no debemos olvidar que también hay algo que tenemos: al FMI respirándonos en la nuca, intentando poner condiciones después de un préstamo de dimensiones intergalácticas que tomó Macri y hoy hay gente que cree que es la gestión de Fernández la responsable de la deuda externa.

Mientras tanto, el globo sigue girando; los días siguen corriendo y las páginas de los calendarios continuarán pasando igual que como las agujas del reloj siguen marchando con ese tic-tac constante, incansable, ininterrumplible. ¿Qué nos queda por hacer acá en Montserrat? Por lo pronto, informarnos; reencontrarnos, involucrarnos, cuestionarnos. Invitar a pensarnos, criticarnos: hacer el ejercicio de intentar ver un poquito más allá. Porque si hay algo de lo que sí estamos seguros, es que, si no lo intentamos, seguiremos atados a las letras de molde de siempre o a lo que ahora nuestros algoritmos decidan por nosotrxs.

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