EDITORIAL
Necesitamos la primavera
Por Martín Ciraolo
Los días corren y estamos
cada vez más cerca de la primavera. Las horas de luz, de a poco comienzan a ser
más; al menos, vamos ganando de a minutos. Más calorcito, aunque hemos tenido
nuestros días fríos. Los árboles, de a poco recuperan las hojas. Las flores,
comienzan a asomar en medio de un clima enrarecido, difícil, donde estamos
atravesando situación delicada en lo económico producto de la innumerable
cantidad de causas que venimos enumerando en las páginas de El Tambor.
Sin embargo, en tiempos
donde deberíamos tener un cielo celeste, diáfano, lleno de sol y en el que la
gente empieza a salir un poco más, con más ganas, con más alegría a recuperar
los espacios públicos, encontramos un clima cuya paleta pasea por toda la gama
de los grises.
Grises. Una gama sombría,
un recorrido por recovecos por los que hemos pasado hace no mucho tiempo atrás.
No podemos ser ajenos a cuestiones que, como siempre decimos, al pasar en el
centro de la ciudad, en el corazón de Buenos Aires, siempre van a tener a
Montserrat como testigo.
A horas de cerrar esta
edición, la idea primaria era continuar con la línea comenzada en la edición
anterior. ¿Cuáles son los problemas del barrio que no vemos? ¿Hay problemas?
¿Los tenemos? ¿Decidimos verlos? Parte de nuestra tesis radica en el hecho de
que cuestiones cotidianas tienden a nacionalizarse con mucha más rapidez que en
otros lados: vivir en la Ciudad más rica y por ende principal metrópoli de la
Argentina lleva todos los caminos a ese destino. ¿Vivimos en una Ciudad
Autónoma que tiene dimensiones de Municipio o de cuasi-provincia? Dependerá de
quienes la administren y qué enfoque decidan darle.
Pero los acontecimientos
de los últimos días nos llevan a reflexionar nuevamente sobre la ocupación de
las calles. Convivimos semanalmente con manifestaciones de distinta índole que
se desarrollan de manera pacífica. Sin violencia; y no pasa por una cuestión de
estar de acuerdo o no con las acciones que se llevan adelante, sino por una
cuestión de libertad de expresión.
En esa línea, la agenda de
los últimos días tuvo como centralidad a la figura de la actual vicepresidenta
de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner tras distintos acontecimientos ocurridos
durante la última semana de agosto: una acusación y pedido de prisión por parte
de un fiscal, miles de personas haciendo vigilia en la puerta de la casa en el
barrio de Recoleta, marchas de apoyo, mucha presencia de la Policía de la
Ciudad, escenas explícitas de represión y hasta un posterior acto improvisado
cual si fuera un mini 17 de octubre.
No vamos a hacer juicio
de valor sobre el accionar de la justicia; no somos juristas y, preferimos
dejarle al lector el derecho a analizar, investigar o buscar información
fidedigna en otros sitios que puedan especializarse y, de esa manera poder
arribar a sus propias conclusiones.
Sobre lo que sí nos vamos
a expresar, es con respecto a la libertad de expresión en las calles y la libre
circulación de las personas. El escenario de los últimos días fue muy similar
al diciembre de 2017 en donde la represión fue moneda corriente en las calles
de nuestro barrio, en las inmediaciones del Congreso Nacional. Días atrás, un
acto partidario en la sede del PJ Porteño en la calle San José y Alsina
concluyó en una caravana hacia el domicilio de Cristina Kirchner. Mientras la
gente avanzaba, algunos saludaban a quienes iban caminando; en otras
oportunidades, desde balcones se arrojaban baldes de agua, o alguna que otra
cosa más. Ahora bien, ¿podemos permitirnos como ciudadanos este tipo de cosas?
¿No tenemos la suficiente madurez como para, convivir en la diversidad? ¿Es
posible que no tengamos registro de que la democracia, que dicho sea de paso el
año que viene cumple 40 años ininterrumpidos, costó miles de vidas? Hay que
mantener la capacidad de convivir sin agredir a quienes piensan distinto.
Es un debate ya saldado
y, como tal, ver los episodios del 27 de agosto, donde la Policía de la Ciudad
de Buenos Aires reprimió no solo manifestantes sino también funcionarios,
diputados, legisladores y entre otras autoridades vuelve a llamarnos a la
reflexión. Vuelve a ponernos en un escenario donde la paleta esta plagada de
grises: corrió demasiada agua bajo el puente como para mantenernos ajenos a que
quizás, sea un tema mucho más serio y que exceda el hecho de la libertad de
expresión y la libre circulación.
En tiempos colores
cálidos deben imperar, donde tendríamos que estar hablando del amor y la
felicidad, es necesario poner las barbas en remojo, para que las flores,
vuelvan a florecer.