domingo, 18 de septiembre de 2022

Necesitamos la primavera

EDITORIAL

Necesitamos la primavera

Por Martín Ciraolo



Los días corren y estamos cada vez más cerca de la primavera. Las horas de luz, de a poco comienzan a ser más; al menos, vamos ganando de a minutos. Más calorcito, aunque hemos tenido nuestros días fríos. Los árboles, de a poco recuperan las hojas. Las flores, comienzan a asomar en medio de un clima enrarecido, difícil, donde estamos atravesando situación delicada en lo económico producto de la innumerable cantidad de causas que venimos enumerando en las páginas de El Tambor.

Sin embargo, en tiempos donde deberíamos tener un cielo celeste, diáfano, lleno de sol y en el que la gente empieza a salir un poco más, con más ganas, con más alegría a recuperar los espacios públicos, encontramos un clima cuya paleta pasea por toda la gama de los grises.

Grises. Una gama sombría, un recorrido por recovecos por los que hemos pasado hace no mucho tiempo atrás. No podemos ser ajenos a cuestiones que, como siempre decimos, al pasar en el centro de la ciudad, en el corazón de Buenos Aires, siempre van a tener a Montserrat como testigo.

A horas de cerrar esta edición, la idea primaria era continuar con la línea comenzada en la edición anterior. ¿Cuáles son los problemas del barrio que no vemos? ¿Hay problemas? ¿Los tenemos? ¿Decidimos verlos? Parte de nuestra tesis radica en el hecho de que cuestiones cotidianas tienden a nacionalizarse con mucha más rapidez que en otros lados: vivir en la Ciudad más rica y por ende principal metrópoli de la Argentina lleva todos los caminos a ese destino. ¿Vivimos en una Ciudad Autónoma que tiene dimensiones de Municipio o de cuasi-provincia? Dependerá de quienes la administren y qué enfoque decidan darle.

Pero los acontecimientos de los últimos días nos llevan a reflexionar nuevamente sobre la ocupación de las calles. Convivimos semanalmente con manifestaciones de distinta índole que se desarrollan de manera pacífica. Sin violencia; y no pasa por una cuestión de estar de acuerdo o no con las acciones que se llevan adelante, sino por una cuestión de libertad de expresión.

En esa línea, la agenda de los últimos días tuvo como centralidad a la figura de la actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner tras distintos acontecimientos ocurridos durante la última semana de agosto: una acusación y pedido de prisión por parte de un fiscal, miles de personas haciendo vigilia en la puerta de la casa en el barrio de Recoleta, marchas de apoyo, mucha presencia de la Policía de la Ciudad, escenas explícitas de represión y hasta un posterior acto improvisado cual si fuera un mini 17 de octubre.

No vamos a hacer juicio de valor sobre el accionar de la justicia; no somos juristas y, preferimos dejarle al lector el derecho a analizar, investigar o buscar información fidedigna en otros sitios que puedan especializarse y, de esa manera poder arribar a sus propias conclusiones.

Sobre lo que sí nos vamos a expresar, es con respecto a la libertad de expresión en las calles y la libre circulación de las personas. El escenario de los últimos días fue muy similar al diciembre de 2017 en donde la represión fue moneda corriente en las calles de nuestro barrio, en las inmediaciones del Congreso Nacional. Días atrás, un acto partidario en la sede del PJ Porteño en la calle San José y Alsina concluyó en una caravana hacia el domicilio de Cristina Kirchner. Mientras la gente avanzaba, algunos saludaban a quienes iban caminando; en otras oportunidades, desde balcones se arrojaban baldes de agua, o alguna que otra cosa más. Ahora bien, ¿podemos permitirnos como ciudadanos este tipo de cosas? ¿No tenemos la suficiente madurez como para, convivir en la diversidad? ¿Es posible que no tengamos registro de que la democracia, que dicho sea de paso el año que viene cumple 40 años ininterrumpidos, costó miles de vidas? Hay que mantener la capacidad de convivir sin agredir a quienes piensan distinto.

Es un debate ya saldado y, como tal, ver los episodios del 27 de agosto, donde la Policía de la Ciudad de Buenos Aires reprimió no solo manifestantes sino también funcionarios, diputados, legisladores y entre otras autoridades vuelve a llamarnos a la reflexión. Vuelve a ponernos en un escenario donde la paleta esta plagada de grises: corrió demasiada agua bajo el puente como para mantenernos ajenos a que quizás, sea un tema mucho más serio y que exceda el hecho de la libertad de expresión y la libre circulación.

En tiempos colores cálidos deben imperar, donde tendríamos que estar hablando del amor y la felicidad, es necesario poner las barbas en remojo, para que las flores, vuelvan a florecer. 


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