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Los problemas que, ¿no vemos?
Como venimos desarrollando desde nuestra publicación, sin intenciones de que se transforme en una nueva sección, en esta oportunidad, los ejes de educación y salud vuelven a estar en primera plana. ¿Qué sucede con los pilares de nuestra sociedad?
Durante los últimos años, la situación de la educación y de la salud, se encuentran en franco deterioro, lo cual trae consecuencias lo suficiente graves como para que tengamos que dedidarle unos cuantos párrafos en nuestra publicación.
En nuestras escuelas, especialmente en las de Rivadavia al sur, la falta de vacantes se ha transformado en moneda corriente: desde los centros de primera infancia hasta las escuelas secundarias. El recorte de jornada extendida -como sucedió en establecimiento “Mané Bernardo”, la distribución de viandas que no cubren las necesidades nutricionales y que muchísimas veces tienen que ser consumida en pésimas condiciones de salubridad son apenas algunos ejemplos. Sin entrar en el conflicto de las escuelas medias y las tomas, situaciones que aun no culminaron y tuvieron muchos minutos de aire estigmatizando estudiantes que desde sus centros de estudiantes ejercieron su derecho a defender las condiciones de su cursada, pasando por el hostigamiento a sus familiares con personal de la Policía de la Ciudad incluída.
En nuestros hospitales, los turnos para la atención primaria y para las intervenciones quirúrgicas se consiguen con retrasos inconcebibles; la infraestructura es insuficiente y mal conservada, los insumos no alcanzan y no hablemos de la atención de la salud mental: los pasillos de las emergencias psiquiátricas son verdaderos escenarios de dolor y cruel abandono. Tampoco haremos mención del tema de la falta de un Centro de Atención de Salud Primaria en Montserrat o de un hospital en la comuna 1.
Más allá de esta situación, frente a este panorama se le suma un conflicto que tuvo como principal escenario las calles de nuestro barrio, a metro de la Plaza de Mayo: residentes hospitalarios, enfermeros y médicos se movilizaron para reclamar un salario digno y un reconocimiento humano por la tarea que realizan de manera sacrificada, día a día, para tratar de no abandonar a la población. La marcha hacia el Ministerio de Salud días atrás, en el marco de un paro de 24 horas, ha sido absolutamente masiva. ¿Se vio en los medios masivos de comunicación? ¿Se leyó en grandes letras de molde? No tenemos la certeza. O sí. Lo que si sabemos es que se le exigió a la gestión de Fernán Quirós más acción y menos marketing.
Y frente a ese mismo escenario, docentes y personal de la comunidad educativa reclamaron por establecimientos donde no se caigan los techos; donde no haya salones con asbesto y, donde la limpieza sea realizada por personal permanente -y no tercerizado-.
Sin embargo, esta situación nos devuelve a los tiempos difíciles de la pandemia. ¿Puede ser que el pueblo de la Ciudad cada día a las 21 hs abría sus ventanas para aplaudir hasta que las manos quedaran rojas en homenaje a nuestros médicos y médicas? ¿Puede ser que olvidemos que había quienes ponían el cuerpo frente a la incertidumbre y salvaban vidas a diario y sean hoy ignorados e ignoradas?
Lo cierto y sin apreciaciones, es el Gobierno de la Ciudad quien debe actuar: aumentar el salario de sus docentes y personal médico y paramédico; aumentar las vacantes para la escolaridad de sus niños y niñas; cubrir las vacantes necesarias en salud y educación; dejar de castigar a los padres que reclaman por sus hijos. Porque si en todo estas vos y la transformación no para, ambas afirmaciones deben estar a la altura de las circunstancias.
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