Por Alejandro Tamargo
Nuestro héroe barrial nació el 3 de
junio 1770, en Buenos Aires, fue el cuarto de once hermanos. Su padre, de
origen italiano, se dedicaba al comercio. De su madre, sabemos que era oriunda
de la provincia de Santiago del Estero.
Vivieron en la avenida Belgrano,
precisamente en el 420. En ese lugar hoy una pequeña placa de bronce y una
bandera Argentina recuerdan a nuestro vecino.
Esta es una foto, tomada en 1909 por
la revista Caras y Caretas, en la cual podemos observar como lucía la casa
donde nació nuestro personaje.
Casa natal |
Es de
destacar que, en el momento de haberse tomado esta foto y a menos de un año del
centésimo aniversario de nuestra Revolución de Mayo, de la cual él fue
protagonista, la casa fue vendida y posteriormente demolida. El gobierno de
turno, presidido por Figueroa Alcorta, luego presidente de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, y que hoy en día conmemoramos con el nombre de una de
las avenidas más paquetas de la Ciudad de Buenos Aires, no hizo nada al
respecto.
Siguiendo con la historia de nuestro
vecino, tenemos conocimiento que cursó sus primeras estudios en el Real Colegio
San Carlos, actual Nacional Buenos Aires. En 1793 se graduó de abogado en la
Universidad de Salamanca, España, volviendo a nuestro país para ocupar el cargo
de secretario del Consulado con tan solo 23 años.
Desde allí propuso fomentar la
educación y capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera
aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo, de matemáticas y náutica.
En 1806, mientras el Virrey
Sobremonte huye hacia Córdoba con parte del Tesoro Nacional, nuestro vecino se
incorpora a las milicias criollas para defender a la patria contra una invasión
inglesa liderada por el comandante Beresford que, paradójicamente, era estimado
y bienvenido por algún que otro siempre disconforme del lugar.
Posteriormente en 1810 cumple un
papel muy importante para que se pueda llevar adelante la Revolución de Mayo y
es designado vocal de la Junta Provisional.
Dos años más tarde, en 1812, le
otorgan la responsabilidad de guiar al Ejercito del Norte de nuestro país. En
el trascurso de dicha obligación crea en Rosario, provincia de Santa Fé, nada
más ni nada menos que nuestra bandera.
Después de encabezar el éxodo del
pueblo jujeño y seguido de importantes victorias militares, como las de Tucumán
y Salta, sufre las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
En contraprestación por sus
servicios, la Asamblea del año XIII, le otorga 40.000 pesos en oro, que él dona
para la construcción de cuatro escuelas públicas. Lamentablemente las escuela
nunca fueron construidas. La suma donada fue utilizada para otros fines por los
sucesivos gobiernos.
Dueño de frases como “el miedo solo sirve para perderlo todo”,
“me hierve la sangre al observar tanto
obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco
de interés por la patria”, “la vida es nada si la libertad se pierde”, el 20 de junio de 1820, nuestro héroe barrial
muere en la más absoluta pobreza y en la misma casa que lo vio nacer, siendo
sólo un diario, El Despertador Teofilantrópico, el que se ocupa de la noticia.
Cabe decir, luego de este sumarísimo
repaso, que de la mano de la historia llega a él la justicia en forma de reconocimiento,
ya que no es necesario nombrarlo para que todos sepamos de quién se trata.
Lamentablemente hoy en día existe la
intención de reemplazar el billete de diez pesos que lleva su imagen por una
moneda que sería decorada con la figura de un ejemplar de la flora o fauna
autóctona. Decisiones como esta contribuyen al desmantelamiento de nuestro
historia que conforma nuestra identidad como Nación. Espero se recapacite.
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