Por Martín Maydana
Como miembros de la clase media argentina, quienes redactamos esta revista estamos marcados en nuestra historia personal y familiar por una palabra clave durante el siglo pasado: Trabajo.
Pero la generación a la que pertenecemos la mayoría de los que escribimos “El Tambor” llegó a un mundo muy distinto, a un nuevo siglo, marcado a fuego en nuestro país por la crisis de de 2001.
Crisis y estallido que vivimos siendo muy chicos. Debido a esto nos encontramos muchas veces con dificultades para comprender la verdadera dimensión organizadora que el trabajo tuvo durante buena parte del siglo pasado, en la vida familiar y en la organización social de los argentinos.
El mundo de hoy no podría ser más distinto. La tendencia irreversible de aumento del desempleo es reconocida por expertos de todo el mundo. Sencillamente: año a año se incrementa la población y disminuye el empleo disponible. Esta reducción se explica por el desarrollo de tecnología que permite aumentar la producción sin incorporar más trabajadores. El desempleo es, entonces, el lado oscuro del desarrollo.
La pregunta que emerge ante un panorama inexorable es: ¿qué se puede hacer para evitar el escenario de desintegración social que genera una sociedad con altos niveles de desempleo? Desde el ámbito de la economía no se ofrecen muchas soluciones al problema porque como ya sabemos la ortodoxia económica nunca aconseja ir contra los dictados “naturales” del mercado.
Como contraposición la única alternativa posible durante este siglo va a ser la de reconstruir y fortalecer, desde la política y el estado, redes de protección social. Estas redes van a tener que resolver los problemas que, ya existentes, empeoran con el desempleo.
A esto debe contribuir la continuidad de las iniciativas que nosotros vimos en los últimos años en materia de vivienda (PROCREAR), inclusión digital (Conectar Igualdad), atención a la primera infancia (QUNITA y Asignación Universal por Hijo), o de ingreso para la tercera edad (Pensión para la edad avanzada).
Hay incluso algunos expertos internacionales que ya hablan de establecer una asignación universal para cualquier persona mayor de edad. El panorama internacional, sin embargo, no sirve de aliento para estos proyectos. A lo largo y ancho del globo se instalan proyectos políticos que se caracterizan por el ajuste presupuestario y el achique del Estado, amenazando con profundizar la desigualdad, pobreza y exclusión en la sociedad. Los tiempos que corren parecieran desterrar a los proyectos de inclusión social al terreno de la ciencia ficción, alejando las perspectivas de lograr una sociedad mejor.
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