El bautismo
Por María Isabel Meraud
Por María Isabel Meraud
Foto: Yamila Nair Williams
Mi papá y mi mama eran socialistas. No creían en Dios. Por pedido de mi abuelo, para que mi abuela no sufriera, se casaron por iglesia.
Mi mamá era
altiva, como yo. Accedió a casarse por
iglesia, con la condición de que mi abuelo, no diera un solo peso a los
sacerdotes. Sobre la fecha, no estaban
las dispensas. Mi abuelo que a pesar de ser campesino, tenía una gran inteligencia
para ciertas cosas, le dijo al cura:-
padre son dos almas perdidas. Por favor cáselos.
Y así fue. Se casaron el día de santa Rosa.
Faltando la contribución económica, la iglesia estaba a oscuras y no había ni
una sola flor. Mamá tenía un trajecito negro con una boina blanca. Papá traje
de calle. Años después diría: -las amigas de tu mama, estaban en el partido
comunista, y sin embargo se casaron (después que ella) todas con vestido blanco.
Tonta tu mamá. Pero mamá siempre reivindicó esto.
Se
instalaron en un chalet en Carapachay. Allí había una familia de republicanos españoles
de los que se hicieron amigos. El abuelo era muy católico. Una de las nietas
era un poco mayor que yo.
Él siempre
hacía que la buscaba y pasaba por mí casa diciendo: -Se ha perdido una niña por
aquí. Siempre recordé sus palabras, mamá también.
Cuando yo
concurría cuarto grado mandaba a su nieta a hablarme del infierno. Diciéndome
que allí iría por no haber sido bautizada Ella estaba por tomar la comunión.
Sus palabras
sembraron en mí la inquietud de la fé y pedí a mis padres bautizarme y tomar la
comunión. Ellos
aceptaron. El cura puso como condición bautizar a mi hermano menor que aun hoy
protesta por esto. Lo bautizaron y empecé mi catecismo. Pero he aquí un detalle
curioso: el padre no me bautizo.
Durante el
catecismo le dijo a mi madre que tenía que tomar la comunión con un vestido con
el largo de pierna corto
Yo elegí la
tela, pique. Me hicieron un vestido, corte princesa con un ángulo de
lentejuelas desde el busto con el largo convenido.
Llego el
día. Me enferme de nefritis. No pude
asistir. Por las otras madres nos enteramos, que todas iban de largo y que el
padre pensaba sacarme de la fila por no estar bautizada.
Pasó el
tiempo, nos mudamos a Monserrat allí vivía una amiga de mi abuela María Parga. Ella me
llevó al convento de Santo Domingo. Hice de nuevo el catecismo, sola, como única
alumna.
Me
bautizaron, mis padrinos fueron una Tía abuela y su hijo adoptivo, conservadores
amantes de las ideas militares. Años
después descubrí que hay que elegir muy bien a los padrinos.
La tía
siempre trato de dirigir la familia. Sus historias de vida se entrelazaban con las
cosas que yo misma iba viviendo En la época de la iglesia obrera, la de ellos
era la de conservar las costumbres (que no habían conservado) y rezar un padre nuestro
Si no lo
hacías, Dios iba a enseñártelo cargando la cruz que ellos dejaban en el altar
rezando. Así comprendí que a veces uno no solo paga los errores de los padres
sino también de los padrinos.
Aún conservo
el rosario que me regalaron. Le tengo un gran cariño es de piedras, de
acrílico, transparentes. Y el librito de tapas nacaradas sin oraciones.
Ella me propuso hacer un vestido nuevo. Pero
en Carapachay había circulado que tomaba la comunión por usar vestido largo. Orgullosa,
como mi madre, no acepté. Tomé la
comunión con el vestido del año anterior.
Minifalda,
que por haber crecido era aún más corta. Tenía el cabello largo recogido en la
parte superior con un moño con una margarita en el centro.
Fui la única en tomarla ese día y además de la hostia me dieron vino.
Siendo yo
grande, mamá decía que con respecto a mi casa, cuando yo nací, siempre sostuve:-
en esta casa no. Ya que yo ahí, me encontraba viviendo experiencias ajenas. Por
las cuales, supuestamente, tenía que pasar para decidir mi destino. Católica y
peronista dos pensamientos y formas de vida que toda la familia siempre intento
bloquearme y torcer.
Hoy puedo
apropiarme de esa misma casa, de la infancia y adolescencia, y empezar a
decir: -esta casa sí.
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