Nuestro ojo malo
Por Andrés Respeño
Un hombre salió a la mañana a contratar obreros para su viña. Y ofreciéndoles un denario por día los envió a la viña. A eso de las tres de la tarde pasó por la plaza, vio ociosos a unos hombres y les dijo vayan también a la viña que les pagaría lo que es justo. Salió dos horas más tarde e hizo lo mismo con otros. Cerca de la última hora de trabajo encontró en la plaza a varios hombres ociosos y les preguntó por qué estaban sin hacer nada. Los hombres le respondieron que nadie los conchababa. Entonces el hombre les dijo: “Vayan ustedes también a la viña que recibirán lo que sea justo”. Cuando terminó el día, el hombre llamó a su mayordomo y le dio la siguiente instrucción: “Llamá a los obreros y pagales a todos el jornal comenzando por los que fueron últimos”. Y cuando los primeros vieron que a los últimos se les daba un denario pensaron que a ellos se les daría más, pero cuando también recibieron un denario , lo tomaron protestando por lo bajo diciendo que a ellos que habían trabajado todo el día se les daba lo mismo que a los que habían trabajado apenas una hora. Entonces el hombre le dijo a uno de ellos: “¿No te conchabaste conmigo por un denario? Tomá, entonces, lo que es tuyo y listo. ¿O acaso es malo tu ojo porque yo soy bueno?” Así los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.
De esta parábola que cuenta Mateo en el capítulo 20 de su evangelio, sale lo de “los últimos serán los primeros”. Pero ¿habremos entendido bien esta enseñanza o solo habrá quedado la frase como un refrán que se dice a modo de chiste en alguna ocasión?
Desde El Tambor pensamos que no está mal esforzarse, tratar de dar lo mejor y lo más posible. Si se logra, felicitaciones. Si somos recompensados, ser agradecidos. Pero con respecto a esta parábola que sobre todo habla de la mirada que tenemos del otro, no como un prójimo sino “como uno que no merece lo mismo que yo”, nos hacemos algunas preguntas:
¿Nos da envidia que el que no se esfuerza reciba lo mismo que nosotros, o lo creemos injusto? ¿Tenemos las suficientes herramientas a mano para juzgar justo o injusto lo que recibe otro, su esfuerzo u holgazanería? ¿Estamos interesados en saber quién es del otro? ¿O nos dejamos llevar por una propaganda meritocrática basada en teorías darwinianas que nos equipara con especies animales, nos plantea una “ley de la selva” y solo apunta a nuestra envidia, a nuestro ojo malo?
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