EDITORIAL
La realidad. (Solo un aspecto). Ni
racionalistas, ni empiristas…
Por Andrés Respeño
En medio de todo lo que sucede, más lo que se dice que sucede, y lo que dicen que sucede, unos y lo que dicen que sucede, otros. Nos preguntamos, ¿qué es la realidad?
Podríamos decir, rápidamente, que la realidad es
“lo que pasa”. Pero pasan tantas cosas a
la vez.
¿Hay una realidad?
Y en caso de que la hubiera, ¿es una sola?
Esta realidad ¿se puede predecir? ¿la podemos apreciar
solo en el momento mismo que sucede? ¿o la vemos reflejada en las tapas de los
diarios al día siguiente? Apostemos a que hay una realidad y que lo único que
podemos decir de ella es que se expresa es en su momento, para cada uno de
nosotros, y que quizá ese momento sea siempre
demasiado tarde para nuestros escasos reflejos.
Tom Lupo cuenta la siguiente anécdota: Antonio
Carrizo en una entrevista a Jorge Luis Borges le pregunta: —Maestro, ¿qué
piensa Usted de la realidad?
Y como buen antiperonista, seguramente teniendo
muy presentes las palabras de Perón: “La única verdad es la realidad”, Borges
contestó:
—¿Cuál realidad? ¿La suya o la mía?
Por la respuesta de Borges, podemos deducir que
al menos hay dos realidades, la de Borges y la de Carrizo, y luego inferir otras
tantas, unas cincuenta millones aproximadamente, si nos referimos a la realidad
como la pensamos los argentinos.
Pero ¿cómo pensamos la realidad, cada uno de
nosotros?
Borges entiende por realidad algo múltiple y
cambiante, seguramente inabarcable y que solo se restringe a la mirada de cada
uno. La realidad que ve uno y la realidad que ve el otro. Carrizo preguntaba
por una realidad en un sentido más peronista, una realidad más abarcativa, que
quizá tenga poco que ver con el cómo uno la ve. Pero ambos se referían a la
mirada que tenemos sobre la realidad y no sobre la que la realidad pudiera
tener sobre nosotros, para el caso de que la realidad gastara el tiempo en eso.
Cuando Perón fue preguntado por La Verdad, rápidamente
dio a entender que la verdad no existe. Pero, dialécticamente, su afirmación
implica que la realidad si y es verdadera.
La realidad es verdadera pero la verdad no
existe. ¿Cómo es esto?
Tendemos a pensar la realidad y casi todo en
términos de verdad o mentira desde hace más o menos 2500 años. Estamos
atrapados en esa dicotomía.
¿A qué se debe ese apego a “La Verdad” o ese
fanatismo por descubrir “La mentira”?
Por el 1500, los hermanos Bartolomé y Lupercio
de Argensola se preocupaban por que el cielo bello y azul, disfrutable, no era verdadero.
“Lastima grande que no sea verdad tanta belleza”, decían. Es cierto, habían
adquirido los primeros conocimientos científicos y esto les habrá proporcionado
una gran excitación, sabían que el aire no tiene color, que era azul porque
nuestro ojo así lo ve. Y entonces se preocupaban por lo que la ciencia les
había dicho: el azul del cielo no era verdad.
Nuestro ojo ve el cielo de color azul ¿Nuestro
cerebro puede ver las cosas?
Una más…
¿Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie
allí para escucharlo, hace ruido? El filósofo Berkeley hacia 1710 dijo que no
puede existir cosa que no sea percibida por los sentidos. Ergo, para que un
ruido exista tiene que haber alguien que lo escuche. Exagerando podríamos
decir, según el filósofo, que si un árbol cae en el bosque y no hay nadie allí
para verlo, el árbol no habrá caído. Alguien, con cierto humor negro, manifestó
que Berkeley se olvido decir que ese día su perro no regresó a casa.
Sería interesante pensar la realidad como algo
que actúa sobre nosotros más allá de como la veamos u oigamos, más allá de cómo
la pensamos, porque tarde o temprano, mejor dicho, en el momento justo. La
realidad nos alcanza.
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