lunes, 28 de enero de 2019

Hablemos de inseguridad


Hablemos de inseguridad: estigmas, identidades, sentido común y zonceras.
Por Martín Ciraolo

     Montserrat en una movilización. La gente se mueve con soltura, distinta es la sensación en otros contextos y a otras horas.

Hablar de seguridad o de inseguridad ya genera controversia desde el inicio de la afirmación. Existen diferentes factores que pueden alterar el orden o el normal desenvolvimiento de las actividades cotidianas. Hay quienes están más a favor de una  mayor presencia de efectivos de las fuerzas de seguridad, los que piden mano dura. Y quienes creen que la solución pasa por otro tipo de medidas, entiéndase la mejor distribución del ingreso, más educación, salud, pero por sobre todas las cosas: empleo.
También es innegable que cada uno de nosotros se ve inmerso en un mar inmenso donde fluye información de manera constante, donde nuestros hábitos de consumo y costumbres nos plagan de prejuicios y llegamos incluso a opinar, repetir, aseverar, afirmar de manera rotunda cuestiones de las que ni siquiera estamos informados, construyendo así un sentido común que termina siendo el menos común de nuestros sentidos.
Es por ello que salimos a la calle a realizar un trabajo de campo y a recolectar respuestas a cuatro preguntas sencillas. Empezamos por nuestro barrio.
¿Usted se sentiría seguro en una esquina en Montserrat a las 22 hs? La gran mayoría contestó que sí y una porción que quizá se detuvo a pensar un poco más, contesto: “depende la esquina”. Curiosamente lo interesante de ese condicional, va de la mano con la segunda pregunta, similar a la anterior pero en el barrio de Villa Lugano. El 72% aseguró sin dudar que se sentiría inseguro.


A la hora de profundizar, muchos argumentaron que no conocen el barrio, mientras que otros hablaron de que “existen muchos delitos en esa zona”, “que tiene mala fama”, “los trapitos viven ahí en su gran mayoría”, “hay mucha gente en situación de calle”, “hay villas cerca” como así también mujeres afirmaron no sentirse seguras a la noche en ningún barrio particular. Más allá de la cuestión de género –que la abordaremos en otra ocasión-, el porcentaje fue muy elevado y no surgió aquí la cuestión de “depende en qué esquina”.

La asociación a Lugano con los monoblocks, con la avenida Roca, con zonas oscuras o desconocidas, denota a flor de piel una gama de prejuicios e estigmatización que se le achaca a la Zona Sur de la Ciudad, como si todos lo males vinieran de allí. Poca gente conoce el gran centro comercial de la calle Murguiondo, Chilavert o los bulevares de la avenida Riestra. Incluso se pasa por alto que “los trapitos” suelen estar donde hay mayor flujo de turistas o consumidores, y que el centro de la ciudad (Montserrat debe ser el barrio que lidera la tabla de posiciones) es donde más gente sin techo hay. Son los estigmas que cargan determinadas personas, de determinados sectores.

Según  el sociólogo estadounidense Erving Goffman, el estigma es un concepto que hace referencia a un atributo profundamente desacreditador con el que puede cargar determinado actor social o grupo de actores. Por otro lado, quienes no portan con el estigma entran en la categoría de “normales”, lo que les permitirá desarrollarse con menor dificultad.

Sin embargo, y sin querer transformar esta nota en un ensayo académico ni mucho menos, traer como referencia de los estudios de Denys Cuche la noción de identidad social, resulta interesante.

La identidad social de un individuo se caracteriza por el conjunto de sus pertenencias en el sistema social: la pertenencia a una clase sexual, a una clase etaria, a una clase social, a una nación. La identidad permite que el individuo se ubique en el sistema social y que el mismo sea ubicado socialmente”. La identidad social, según Cuche, “es al mismo tiempo inclusión y exclusión: identifica al grupo y lo distingue de los otros”.

De este modo, sea por herencia biológica o por herencia cultural, los modelos culturales son impuestos al individuo en el seno de su grupo cultural logrando ser interiorizados por éste. Es por ello que dentro de la gran gama de respuestas que recolectamos, están quienes se reconocen como trabajadores, los que hablan desde la comodidad de pertenecer a un sector medio acomodado, profesional, o aun los que teniendo trabajo con salarios medios-bajos se reconocen como medios-altos y señalan al “mechero”, “punga”, “arrebatador” no como a alguien caído del mapa y al que hay que reinsertar en la sociedad sino como a un individuo despreciable digno de todos los estigmas sociales habidos y por haber.

Tras el contraste entre Montserrat (nuestro barrio) y Lugano (el “desconocido”) y la diversidad de respuestas, llegamos al tercer interrogante: “En términos generales, ¿cree que hay problemas de seguridad? La respuesta fue contundente: todes dijeron sí, y sin dudarlo. Ante este escenario, abrimos otra puerta, donde intentamos buscar causas y posibles soluciones. Allí el abanico fue bastante amplio, pero para intentar logar una síntesis, podemos agrupar las respuestas en tres grandes grupos.

Podemos distinguir una primera categoría, donde hallamos a quienes consideran que “necesitamos más presencia policial en la calle y mano dura”. Que la policía sea más estricta y rigurosa, que la justicia sea implacable con los delincuentes, y terminar con “la puerta giratoria”.

Por otra parte, otra categoría de vecines que “atribuyen la responsabilidad a las fuerzas de seguridad y su conducción”. Hay complicidad de ciertos sectores de las fuerzas con quienes delinquen, con la liberación de zonas, incluso, varios testimonios coincidieron en que los agentes de la Policía Federal debieran ser los que se encarguen de la seguridad, manifestándose en contra del traspaso debido a que ven inexperiencia en el cuerpo de efectivos de la Policía de la Ciudad.

Y una tercera categoría, en la que encontramos un sector que fue tajante a la hora de contestar: “Es necesario que exista una redistribución del ingreso más equitativa. Las causas del crecimiento de hechos delictivos, principalmente devienen de la crisis económica, de la falta de oportunidades en el mercado laboral, el aumento de los costos de vida, desde los servicios básicos como el transporte, energía y alimentos, hasta la escalada del dólar que hoy roza los $40.

Quienes creemos que con un estado presente, que genere un modelo económico de crecimiento con inclusión, que regule las esferas que debe regular (las cuales el actual gobierno a librado a los mercados) es probable que los delitos disminuyan. Es posible que el cierre de las escuelas nocturnas, la no apertura de hospitales, la recesión, entre otras tantas cosas no contribuya a que la situación mejore, es “sentido común”. ¿Pero sentido común para quién, según quién? Podríamos citar a Antonio Gramsci quien considera al sentido común como histórico político en directa relación con las clases sociales e interiorizado a través de las posiciones hegemónicas de producción ideológica. Pero preferimos traerlo a Don Arturo Jauretche que, nos hablaba del falso sentido común construido por los medios hegemónicos de comunicación que, repletos de zonceras, nos instalaron el mito sarmientino de que la opción está entre la civilización y la barbarie, donde por supuesto, todo lo de acá, es barbarie. Eso que nos hace mirarnos en un falso espejo, arrojándonos como resultado, algo que claramente no somos o llevándonos a respuestas o caminos erróneos y, la seguridad y las recetas para mejorar la situación de todos los días, tampoco escapa de esa hipótesis.


Testimonios 
Alejandro, contador (38)
No se soluciona a punta de pistola, hay que generar más trabajo.
Paulina, estudiante universitaria (27)
Cuando se cierran las escuelas nocturnas, cuando los tarifazos no permiten a los clubes de barrio poder funcionar, cuando las escuelas funcionan como comedores, cuando la brecha social es tan marcada y el estado no destina recursos, se entiende por qué aumenta la inseguridad. La solución es a largo plazo, hay que modificar patrones culturales, de consumo. Generar lazos sociales que contengan al conjunto de la sociedad, sobre todo quienes quedaron en los márgenes.
Elizabeth, empleada administrativa (37)
La delincuencia es más antigua que la humanidad. Soluciones hay miles… algunos te van a decir que hay que matarlos a todos, otros que el problema son las villas, los inmigrantes. Pero nadie habla que a los pibes los mandan a robar tipos más grandes. Muchos de ellos son hijos de otros delincuentes y otros, pibes que teniéndolo todo quieren más, y en vez de salir a laburar, van y afanan.
Malen, comunicadora social (29)
Lo atribuyo a la coyuntura actual, relacionado con la crisis social y económica, y a las pocas (casi) nulas políticas públicas favorables a los sectores más vulnerables. Es una problemática estructural pero que se intensifica en estas circunstancias.
Mónica, jubilada (63)
La policía de la Ciudad no tiene experiencia. Debe volver la Policía Federal para cuidar a los ciudadanos. Y cuidarnos, no reprimirnos.
Gustavo, abogado (56)
La inseguridad dialoga permanentemente con la situación económica: a mayor crisis más inseguridad y cuando la respuesta es solo punitiva lo que se busca es legitimar la distribución desigual. Solución: trabajo, actividades culturales en los barrios, programas de empleo, programas educativos, servicios en los barrios, la falta de ellos es violencia. Es necesario modificar la estructura social aunque más no sea mínimamente
Daniela, docente (28)
Se lo atribuyo a los malos gobiernos, intendentes, diputados. Más allá de la elección de la gente cuando tiene que votar y sabiendo el pasado del que se postula, van y lo votan. Y también, las malas leyes que hay que siempre son a favor del delincuente en vez de la víctima.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario