Hablemos de inseguridad:
estigmas, identidades, sentido común y zonceras.
Por
Martín Ciraolo
Hablar
de seguridad o de inseguridad ya genera controversia desde el inicio de la
afirmación. Existen diferentes factores que pueden alterar el orden o el normal
desenvolvimiento de las actividades cotidianas. Hay quienes están más a favor
de una mayor presencia de efectivos de
las fuerzas de seguridad, los que piden mano dura. Y quienes creen que la
solución pasa por otro tipo de medidas, entiéndase la mejor distribución del
ingreso, más educación, salud, pero por sobre todas las cosas: empleo.
También
es innegable que cada uno de nosotros se ve inmerso en un mar inmenso donde
fluye información de manera constante, donde nuestros hábitos de consumo y
costumbres nos plagan de prejuicios y llegamos incluso a opinar, repetir,
aseverar, afirmar de manera rotunda cuestiones de las que ni siquiera estamos
informados, construyendo así un sentido común que termina siendo el menos común
de nuestros sentidos.
Es
por ello que salimos a la calle a realizar un trabajo de campo y a recolectar
respuestas a cuatro preguntas sencillas. Empezamos por nuestro barrio.
¿Usted
se sentiría seguro en una esquina en Montserrat a las 22 hs? La gran mayoría
contestó que sí y una porción que quizá se detuvo a pensar un poco más, contesto:
“depende la esquina”. Curiosamente lo interesante de ese condicional, va de la
mano con la segunda pregunta, similar a la anterior pero en el barrio de Villa
Lugano. El 72% aseguró sin dudar que se sentiría inseguro.
A
la hora de profundizar, muchos argumentaron que no conocen el barrio, mientras
que otros hablaron de que “existen muchos delitos en esa zona”, “que tiene mala
fama”, “los trapitos viven ahí en su gran mayoría”, “hay mucha gente en
situación de calle”, “hay villas cerca” como así también mujeres afirmaron no
sentirse seguras a la noche en ningún barrio particular. Más allá de la
cuestión de género –que la abordaremos en otra ocasión-, el porcentaje fue muy
elevado y no surgió aquí la cuestión de “depende en qué esquina”.
La
asociación a Lugano con los monoblocks, con la avenida Roca, con zonas oscuras o desconocidas, denota a flor de piel una gama de prejuicios e estigmatización
que se le achaca a la Zona Sur de la Ciudad, como si todos lo males vinieran de
allí. Poca gente conoce el gran centro comercial de la calle Murguiondo,
Chilavert o los bulevares de la avenida Riestra. Incluso se pasa por alto que “los
trapitos” suelen estar donde hay mayor flujo de turistas o consumidores, y que
el centro de la ciudad (Montserrat debe ser el barrio que lidera la tabla de
posiciones) es donde más gente sin techo hay. Son los estigmas que cargan determinadas personas, de determinados sectores.
Según
el sociólogo estadounidense Erving
Goffman, el estigma es un concepto que hace referencia a un atributo
profundamente desacreditador con el que puede cargar determinado actor social o
grupo de actores. Por otro lado, quienes no portan con el estigma entran en la
categoría de “normales”, lo que les permitirá desarrollarse con menor
dificultad.
Sin
embargo, y sin querer transformar esta nota en un ensayo académico ni mucho
menos, traer como referencia de los estudios de Denys Cuche la noción de identidad social, resulta interesante.
“La identidad
social de un individuo se caracteriza por el conjunto de sus pertenencias
en el sistema social: la pertenencia a una clase sexual, a una clase etaria, a
una clase social, a una nación. La identidad permite que el individuo se ubique
en el sistema social y que el mismo sea ubicado socialmente”. La identidad
social, según Cuche, “es al mismo tiempo inclusión y exclusión: identifica al
grupo y lo distingue de los otros”.
De
este modo, sea por herencia biológica o por herencia cultural, los modelos
culturales son impuestos al individuo en el seno de su grupo cultural logrando
ser interiorizados por éste. Es por ello que dentro de la gran gama de
respuestas que recolectamos, están quienes se reconocen como trabajadores, los
que hablan desde la comodidad de pertenecer a un sector medio acomodado,
profesional, o aun los que teniendo trabajo con salarios medios-bajos se
reconocen como medios-altos y señalan al “mechero”, “punga”, “arrebatador” no
como a alguien caído del mapa y al que hay que reinsertar en la sociedad sino como
a un individuo despreciable digno de todos los estigmas sociales habidos y por
haber.
Tras
el contraste entre Montserrat (nuestro barrio) y Lugano (el “desconocido”) y la
diversidad de respuestas, llegamos al tercer interrogante: “En términos
generales, ¿cree que hay problemas de seguridad? La respuesta fue contundente:
todes dijeron sí, y sin dudarlo. Ante este escenario, abrimos otra puerta,
donde intentamos buscar causas y posibles soluciones. Allí el abanico fue
bastante amplio, pero para intentar logar una síntesis, podemos agrupar las
respuestas en tres grandes grupos.
Podemos
distinguir una primera categoría, donde hallamos a quienes consideran que
“necesitamos más presencia policial en la calle y mano dura”. Que la policía
sea más estricta y rigurosa, que la justicia sea implacable con los
delincuentes, y terminar con “la puerta giratoria”.
Por
otra parte, otra categoría de vecines que “atribuyen la responsabilidad a las
fuerzas de seguridad y su conducción”. Hay complicidad de ciertos sectores de
las fuerzas con quienes delinquen, con la liberación de zonas, incluso, varios
testimonios coincidieron en que los agentes de la Policía Federal debieran ser
los que se encarguen de la seguridad, manifestándose en contra del traspaso debido
a que ven inexperiencia en el cuerpo de efectivos de la Policía de la Ciudad.
Y
una tercera categoría, en la que encontramos un sector que fue tajante a la
hora de contestar: “Es necesario que exista una redistribución del ingreso más
equitativa. Las causas del crecimiento de hechos delictivos, principalmente
devienen de la crisis económica, de la falta de oportunidades en el mercado
laboral, el aumento de los costos de vida, desde los servicios básicos como el
transporte, energía y alimentos, hasta la escalada del dólar que hoy roza los
$40.
Quienes
creemos que con un estado presente, que genere un modelo económico de
crecimiento con inclusión, que regule las esferas que debe regular (las cuales
el actual gobierno a librado a los mercados) es probable que los delitos
disminuyan. Es posible que el cierre de las escuelas nocturnas, la no apertura
de hospitales, la recesión, entre otras tantas cosas no contribuya a que la
situación mejore, es “sentido común”. ¿Pero sentido común para quién, según
quién? Podríamos citar a Antonio Gramsci quien considera al sentido común como
histórico político en directa relación con las clases sociales e interiorizado
a través de las posiciones hegemónicas de producción ideológica. Pero
preferimos traerlo a Don Arturo Jauretche que, nos hablaba del falso sentido
común construido por los medios hegemónicos de comunicación que, repletos de
zonceras, nos instalaron el mito sarmientino de que la opción está entre la
civilización y la barbarie, donde por supuesto, todo lo de acá, es barbarie.
Eso que nos hace mirarnos en un falso espejo, arrojándonos como resultado, algo
que claramente no somos o llevándonos a respuestas o caminos erróneos y, la
seguridad y las recetas para mejorar la situación de todos los días, tampoco
escapa de esa hipótesis.
Alejandro, contador (38)
No se soluciona a punta de pistola,
hay que generar más trabajo.
Paulina, estudiante
universitaria (27)
Cuando se cierran las escuelas
nocturnas, cuando los tarifazos no permiten a los clubes de barrio poder
funcionar, cuando las escuelas funcionan como comedores, cuando la brecha
social es tan marcada y el estado no destina recursos, se entiende por qué
aumenta la inseguridad. La solución es a largo plazo, hay que modificar patrones
culturales, de consumo. Generar lazos sociales que contengan al conjunto de la
sociedad, sobre todo quienes quedaron en los márgenes.
Elizabeth, empleada
administrativa (37)
La
delincuencia es más antigua que la humanidad. Soluciones hay miles… algunos te
van a decir que hay que matarlos a todos, otros que el problema son las villas,
los inmigrantes. Pero nadie habla que a los pibes los mandan a robar tipos más
grandes. Muchos de ellos son hijos de otros delincuentes y otros, pibes que
teniéndolo todo quieren más, y en vez de salir a laburar, van y afanan.
Malen, comunicadora social (29)
Lo
atribuyo a la coyuntura actual, relacionado con la crisis social y económica, y
a las pocas (casi) nulas políticas públicas favorables a los sectores más
vulnerables. Es una problemática estructural pero que se intensifica en estas
circunstancias.
Mónica, jubilada (63)
La policía de la Ciudad no tiene
experiencia. Debe volver la Policía Federal para cuidar a los ciudadanos. Y
cuidarnos, no reprimirnos.
Gustavo, abogado (56)
La inseguridad dialoga
permanentemente con la situación económica: a mayor crisis más inseguridad y
cuando la respuesta es solo punitiva lo que se busca es legitimar la
distribución desigual. Solución: trabajo, actividades culturales en los
barrios, programas de empleo, programas educativos, servicios en los barrios,
la falta de ellos es violencia. Es necesario modificar la estructura social
aunque más no sea mínimamente
Daniela, docente (28)
Se lo atribuyo a los malos gobiernos,
intendentes, diputados. Más allá de la elección de la gente cuando tiene que
votar y sabiendo el pasado del que se postula, van y lo votan. Y también, las
malas leyes que hay que siempre son a favor del delincuente en vez de la
víctima.
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