lunes, 28 de enero de 2019

Volver a tener ganas


Volver a tener ganas.
Por Andrés Respeño 

      Postal de la Plaza de los don Congresos, tras alguna marcha. Postal repetida durante todo 2018. Foto: Redacción El Tambor

Sabemos que estás de brazos caídos, que pasaste unas fiestas de fin de año que no tenías ganas de celebrar. De hecho, apenas se vieron guirnaldas, lucecitas, arbolitos como en otras épocas.  El agobio que nos dejó el 2018 fue histórico. Un año que, entre otras miserias, tuvo: desempleo, devaluación, empobrecimiento, represión, FMI, inflación del 47,6 %, G 20, anuncios de tarifazo, cierre de escuelas y más desempleo. Las piñas nos llovieron día a día y el mal humor que hubo se sintió hasta el último minuto. No es intención de esta editorial hacerte recordar melancólicamente las fiestas en que se deseaba un próspero año nuevo. Pero sí hacer incapié, -es necesario para tomar conciencia de la situación- en que, íntimamente, el 31 a la noche la mayoría solo brindó por tener salud y apechugar.

Y cuando uno quiere que todo se acabe, que el mundo pare, como una ironía comienza una nueva vuelta: un nuevo año. El mundo no va a parar. Pero una manera de no sentir ganas de bajarse el próximo año es poniéndonos las pilas, haciendo que este año sea distinto.

 Es una cuestión de actitud, dice la canción. Por eso hoy queremos hablar de nosotros, de la sociedad y de dónde podemos sacar esa actitud tan necesaria.

Sabemos que las pilas están gastadas, pero una sociedad es un cuerpo vivo, en realidad no necesita pilas como una radio, o una linterna. Una sociedad puede generar su propia energía. Y en la medida que la genera, crece. De lo contrario, la apatía, el desinterés, nos estanca, nos marchita, nos vence por más que pongamos empeño en hacernos los tontos y mirar hacia otro lado. Por eso, la sociedad al ser un cuerpo vivo, como dijimos, está en constante renovación y tiene un solo camino si no quiere desintegrarse: crecer. Crecer es tender a ser mejor en lo suyo; para una sociedad es ser mejor en lo social, aunque parezca obvio aclararlo. Y ser mejor en lo social, es ser mejor en todas direcciones, es ser mejor en todo y para todos. Porque nuestras sociedades no son jaurías, o cardúmenes, u hormigueros, o panales de abejas, destinados solo a un tipo de eficacia. Nuestras sociedades deben ser eficientes en todo, tanto en intención como extensión. En intención, llevando a lo más profundo sus esfuerzos por ser. Y en extensión, alcanzando con igual intención a los más.

Pero, para que una sociedad o un individuo se anime al esfuerzo de ser pleno, antes que nada, tiene que poseer un germen que le dé vida. Algo que lo mueva a dar el primer paso. Ese motor es LA ESTIMA.

La estima nos hace sentir dignos, merecedores. Y por ello, en la persona o en la sociedad que así se siente nace el deseo, y del deseo vienen las fuerzas para luchar por lo deseado. Es un deseo con sustento, no es un deseo caprichoso, un berretín. Porque la estima nos hace sentir que podemos estar a la altura de las circunstancias y de las vicisitudes que debemos afrontar en el camino hacia lo que deseamos.  

Como decíamos arriba, entre las cosas miserables que nos dejó el 2018, hay un episodio, quizá trivial, pero que viene a cuento: un partido de fútbol que no fue. Por el cual los medios hegemónicos, aprovechando la volada, se encargaron de desgastar, una vez más, nuestra estima social, táctica que vienen ejerciendo desde que la estima y el deseo patriótico interfirieron con el interés de los imperialismos y el de algunos vivos de turno. Por tal motivo, pudimos ver y escuchar infinidad de artículos publicados y luego propalados por radios asociadas y canales de televisión -asociados también- en los que se culpaba a nuestra sociedad de que el partido no se jugara. Y por más que se haya puesto el ojo en los inadaptados de siempre, en la policía, en los dirigentes de los clubes, o en los barras bravas, la culpa, en grandes titulares, tuvo un denominador común: los argentinos. Para rematarla, luego de que se jugara el partido en Madrid, -como si un partido jugado en Buenos Aires o a 10.039 kilómetros fuera el mismo- no se cansaron de explicar que en otros países se puede y acá no. “Acá somos indios y vagos. Allá, europeos. Acá no podemos, allá sí”. Ese fue el rol de la prensa mayoritaria por esos días, desgastar, desmoralizar, reforzar la creencia de que los argentinos no podemos.

Nos mostraron hechos dolorosos como el de la mamá colocándole bengalas a su hija, y no se habló de que 66.000 personas que esperaron pacíficamente dentro del estadio unas seis horas para que les avisaran que el partido se había suspendido. La lista de ejemplos es demasiado larga, el objetivo: minar nuestra confianza, nuestra ESTIMA.

Si nos dejamos estar, el año que viene vaya uno a saber por qué estaremos brindando. Por eso, prevenidos de que nos quieren desalentados, sin estima, vencidos, tenemos que volver a recuperarnos como sociedad que quiere y necesita vivir mejor. Basta, entonces, de angustias explicadas al señor Ex Rey de España; basta de que esta es la única y triste realidad; basta de que nos merecemos estar adentro de un túnel tratando de ver una luz inalcanzable; y basta de que la verdad debe ser dolorosa y lo grato, mentira.

Tenemos que recuperar las ganas, el festejo, el esfuerzo, el compromiso. No es fácil, lo sabemos, la situación empeora día a día, el alquiler, las expensas, los alimentos, los remedios. Pero el esfuerzo, fuerzas da. Recuperemos la estima y volvamos a tener un motivo por qué brindar el año que viene. Volvamos a tener ganas. 

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