Volver a tener
ganas.
Por Andrés Respeño
Postal de la Plaza de los don Congresos, tras alguna marcha. Postal repetida durante todo 2018. Foto: Redacción El Tambor
Sabemos que estás
de brazos caídos, que pasaste unas fiestas de fin de año que no tenías ganas de
celebrar. De hecho, apenas se vieron guirnaldas, lucecitas, arbolitos como en otras
épocas. El agobio que nos dejó el 2018
fue histórico. Un año que, entre otras miserias, tuvo: desempleo, devaluación, empobrecimiento,
represión, FMI, inflación del 47,6 %, G 20, anuncios de tarifazo, cierre de
escuelas y más desempleo. Las piñas nos llovieron día a día y el mal humor que
hubo se sintió hasta el último minuto. No es intención de esta editorial
hacerte recordar melancólicamente las fiestas en que se deseaba un próspero año
nuevo. Pero sí hacer incapié, -es necesario para tomar conciencia de la
situación- en que, íntimamente, el 31 a la noche la mayoría solo brindó por
tener salud y apechugar.
Y cuando uno quiere
que todo se acabe, que el mundo pare, como una ironía comienza una nueva
vuelta: un nuevo año. El mundo no va a parar. Pero una manera de no sentir
ganas de bajarse el próximo año es poniéndonos las pilas, haciendo que este año
sea distinto.
Es una cuestión de actitud, dice la canción. Por
eso hoy queremos hablar de nosotros, de la sociedad y de dónde podemos sacar
esa actitud tan necesaria.
Sabemos que las
pilas están gastadas, pero una sociedad es un cuerpo vivo, en realidad no
necesita pilas como una radio, o una linterna. Una sociedad puede generar su
propia energía. Y en la medida que la genera, crece. De lo contrario, la
apatía, el desinterés, nos estanca, nos marchita, nos vence por más que pongamos
empeño en hacernos los tontos y mirar hacia otro lado. Por eso, la sociedad al
ser un cuerpo vivo, como dijimos, está en constante renovación y tiene un solo
camino si no quiere desintegrarse: crecer. Crecer es tender a ser mejor en lo
suyo; para una sociedad es ser mejor en lo social, aunque parezca obvio
aclararlo. Y ser mejor en lo social, es ser mejor en todas direcciones, es ser
mejor en todo y para todos. Porque nuestras sociedades no son jaurías, o
cardúmenes, u hormigueros, o panales de abejas, destinados solo a un tipo de
eficacia. Nuestras sociedades deben ser eficientes en todo, tanto en intención
como extensión. En intención, llevando a lo más profundo sus esfuerzos por ser.
Y en extensión, alcanzando con igual intención a los más.
Pero, para que una
sociedad o un individuo se anime al esfuerzo de ser pleno, antes que nada, tiene
que poseer un germen que le dé vida. Algo que lo mueva a dar el primer paso. Ese
motor es LA ESTIMA.
La estima nos hace
sentir dignos, merecedores. Y por ello, en la persona o en la sociedad que así
se siente nace el deseo, y del deseo vienen las fuerzas para luchar por lo
deseado. Es un deseo con sustento, no es un deseo caprichoso, un berretín.
Porque la estima nos hace sentir que podemos estar a la altura de las circunstancias
y de las vicisitudes que debemos afrontar en el camino hacia lo que deseamos.
Como decíamos
arriba, entre las cosas miserables que nos dejó el 2018, hay un episodio, quizá
trivial, pero que viene a cuento: un partido de fútbol que no fue. Por el cual
los medios hegemónicos, aprovechando la volada, se encargaron de desgastar, una
vez más, nuestra estima social, táctica que vienen ejerciendo desde que la
estima y el deseo patriótico interfirieron con el interés de los imperialismos y
el de algunos vivos de turno. Por tal motivo, pudimos ver y escuchar infinidad
de artículos publicados y luego propalados por radios asociadas y canales de
televisión -asociados también- en los que se culpaba a nuestra sociedad de que
el partido no se jugara. Y por más que se haya puesto el ojo en los inadaptados
de siempre, en la policía, en los dirigentes de los clubes, o en los barras
bravas, la culpa, en grandes titulares, tuvo un denominador común: los
argentinos. Para rematarla, luego de que se jugara el partido en Madrid, -como
si un partido jugado en Buenos Aires o a 10.039 kilómetros fuera el mismo- no
se cansaron de explicar que en otros países se puede y acá no. “Acá somos
indios y vagos. Allá, europeos. Acá no podemos, allá sí”. Ese fue el rol de la
prensa mayoritaria por esos días, desgastar, desmoralizar, reforzar la creencia
de que los argentinos no podemos.
Nos mostraron hechos
dolorosos como el de la mamá colocándole bengalas a su hija, y no se habló de
que 66.000 personas que esperaron pacíficamente dentro del estadio unas seis
horas para que les avisaran que el partido se había suspendido. La lista de
ejemplos es demasiado larga, el objetivo: minar nuestra confianza, nuestra ESTIMA.
Si nos dejamos
estar, el año que viene vaya uno a saber por qué estaremos brindando. Por eso,
prevenidos de que nos quieren desalentados, sin estima, vencidos, tenemos que
volver a recuperarnos como sociedad que quiere y necesita vivir mejor. Basta,
entonces, de angustias explicadas al señor Ex Rey de España; basta de que esta
es la única y triste realidad; basta de que nos merecemos estar adentro de un
túnel tratando de ver una luz inalcanzable; y basta de que la verdad debe ser
dolorosa y lo grato, mentira.
Tenemos que
recuperar las ganas, el festejo, el esfuerzo, el compromiso. No es fácil, lo
sabemos, la situación empeora día a día, el alquiler, las expensas, los
alimentos, los remedios. Pero el esfuerzo, fuerzas da. Recuperemos la estima y
volvamos a tener un motivo por qué brindar el año que viene. Volvamos a tener
ganas.
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