EDITORIAL
Noticias del mundo (este mundo)
Por Andrés Respeño.
"Hay que ganarse la vida”. Desgraciadamente, aquel dicho tantas veces mencionado como al pasar, de manera ingenua y sin muchas pretensiones, hoy es revelador de algo realmente siniestro: la vida no es gratis.
Por estos días arribamos a
un mundo donde, la vida, - entendida como, además de supervivencia, nuestros
afectos, los deseos, las ilusiones, los horizontes a los que nos proponemos
llegar, los placeres -, en tanto y en cuanto no sea ganada, no es un derecho.
Un mundo envilecido por un
sistema plantea las reglas del juego, ya sea tanto para perder como para ganar
la vida. Un sistema en el cual, cada vez, son más los que pierden y solo unos
pocos los que ganan. Un sistema que, por otro lado, nos fuerza a pensar la vida
como una disputa deportiva en la que vale todo y solo hay ganadores o
perdedores. Un juego donde la posibilidad de hacer “tablas” o salir empatado con
una sonrisa de haber disfrutado la partida es cada vez más difícil.
Ante este enunciado, uno
podría decir qué día negro tiene Respeño a la hora de ponerse a escribir esta
nota, como también pensar: chocolate por la noticia, desde que soy chico sé que
la vida hay que ganársela. La intención de esta editorial es que luego de
anoticiarse por primera vez o por millonésima, quizá por distracción, el lector
se pregunte: ¿La vida es así? O ¿la vida está así? Y luego de mirar por la
ventana, si es que tiene tiempo, y la página del diario no se convirtió en un
bollo para tirar a la basura, dejarse llevar por otra pregunta: Si está así,
¿quiénes fueron los que en esto la convirtieron?
Hasta acá pareciera que
Hegel tenía razón: la historia ha avanzado por su lado malo.
Pensar que fuimos todos, y
que el Hombre moldeó la vida a su imagen y semejanza alivia la tarea de buscar
responsables. No creemos que así haya sido, al menos pensamos que la Especie
Humana que hoy somos no diseñaría un mundo, un sistema, como el que venimos
heredando y sufriendo.
Por otro lado, es notable
que ante este panorama desolador pero nuevo, aparezcan recetas viejas y un
sentido común que pareciera querer instalarnos en el mundo que fue, como si a
él se pudiera viajar en la máquina del tiempo, aquel mundo que ya no existe, aquel
mundo en el que no se daba importancia a frases como: Hay que ganarse la vida.
Según pensamos desde El
Tambor, resulta urgente preguntarnos si a este mundo así diseñado se lo puede
arreglar con los mismos remaches, con las mismas vigas, con los mismos
materiales, con las mismas noticias, con la misma manera de pensar, con las
mismas políticas, con las mismas economías, con el mismo poder, con el mismo
sentido común, y como si fuera remedio seguir insistiendo en el error.
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