martes, 17 de enero de 2023

El desafío que afrontar

 EDITORIAL

El desafío que afrontar

 


Se fue el 2022. ¡Qué año! O mejor dicho, qué manera de terminarlo. Un diciembre completamente atípico, revolucionado por el Mundial de fútbol en Catar. Tanto se le ha pedido a Lionel Messi que ganara el campeonato mundial de la FIFA, ese que Diego logró en el 86, que ese día llegó. Y ahora, ¿qué más le van a pedir?

Como tanto anticipamos en estas líneas, el 2022 iba a ser un año de once meses. Un mes menos, dedicado total y absolutamente al mundial, a la Scaloneta: ese colectivo que invitó a subir a todo el mundo, incluso hasta a sus propios detractores y, hasta último momento.

Si bien la idea de esta nota editorial no es hacer un análisis futbolístico ni deportivo de la cuestión, sabemos que, como país futbolero, se depositan demasiadas expectativas, anhelos, deseos (y frustraciones también, por que no) sobre once muchachos –y por suerte muchachas también, con la profesionalización del fútbol en las mujeres-. La obtención de la copa en Catar, no solamente fue celebrada por el hecho en sí. Este plantel supo además de jugar un fútbol de alta categoría, con pasajes excelsos en los que se vio a sus futbolistas resolver situaciones extremas con un nivel de aplomo pocas veces visto, tuvo su punto más alto en el grupo en sí mismo. La conformación de un colectivo que, además de estar a la altura, pudo mostrar a flor de piel la unidad en la concepción para lograr la unidad en la acción. Piezas amalgamadas con un nivel de armonía tal, dejando egos de lado y, construyendo entre todos, el camino hacia la gloria.

Lejos y hace tiempo queda la derrota contra Arabia en el debut. Mar de dudas, medios de comunicación fulminantes con Messi, el cuerpo técnico y jugadores que venían de consagrarse campeones de América a casi treinta años del último logro, y de la obtención de la Finalissima contra Italia, campeón de Europa. La recuperación en la segunda jornada contra México, el llanto de Pablo Aimar y Lionel Scaloni por el nivel de presión y de estrés, fue un gran punto de inflexión. Porque, a fin de cuentas, no deja de ser un partido de fútbol, tal y como lo expresó el director técnico en ese momento. Pero el equipo, se levantó. Supo recuperarse como conjunto, más allá de que apareció Messi en su esplendor; como capitán, como líder, como figura que en otros momentos, no emergía como tal. Tampoco se trata de hacer un análisis de Leo. Quizás ahora, con la edad suficiente y con todos pibes más jóvenes que él, todo cuadró para que así sucediera. Las generaciones de pibes que no vieron a Maradona, hoy se emocionan con él (y los que vimos a Diego, también); con lo que hace con la pelota, y con lo que hizo fuera del campo también para defender a su equipo, a sus compañeros y a su bandera.

Durante el correr de los días y de los partidos, el contexto estaba demasiado armonizado como para que no ocurriera el final feliz. Y si Argentina no hubiese campeonado, quizás hubiese sido muy injusto no solo para el fútbol, sino para toda la comunidad futbolera que estaba esperando que Messi se alzara con la copa. En un mundo tan exitista como éste, vimos que una idea colectiva pudo superar incluso la situación de tener al mejor con una pelota en las filas de nuestro equipo. La Scaloneta nos invitó a pensar en grande; a poder compartir, a poder soñar, a poder emocionarnos, reírnos y, sin miedo, también llorar y mostrar los sentimientos, dejarlos salir. Romper barreras y contar que, “no está mal psicoanalizarse” (quizás, y sin querer, “Dibu” Martínez haya hecho mucho más por la salud mental que cualquier otra persona en años), que no está mal que alguien que se encuentre entre los relevos pueda ingresar al equipo titular, rendir igual o mejor que quien estaba desde el inicio, y que todos tiren para el mismo lado. Que los primeros en alegrarse sean los reemplazados y no, como sucede en otros tantos lados, esperar a que fracasen para volver a la consideración o, simplemente, el “¿vieron que no tenían que cambiarme?

Más allá de opiniones, más allá de las dudas o certezas que podamos tener, necesitamos que este 2023 nos encuentre unidos como pueblo. Con la unidad necesaria y con menos mezquindad. La necesidad de encontrarnos, de abrazarnos; tal y como lo hicimos durante las jornadas de los festejos. Las calles, plagadas de gente por todos lados. Para un lado, para el otro, en distintas direcciones; convivencia de personas con camisetas de clubes rivales, abrazados unos a otros, unas a otras, unes a otres. ¿Tan difícil será replicar esto para el año entrante? ¿Tan difícil será tener otra alegría popular además de lo que Messi y compañía pudieron lograr?

En tal caso, será un desafío que tendremos que afrontar. Entre todos y todas, desde ya.

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