EDITORIAL
El desafío que afrontar
Se fue el 2022. ¡Qué año! O mejor dicho, qué manera de terminarlo. Un
diciembre completamente atípico, revolucionado por el Mundial de fútbol en
Catar. Tanto se le ha pedido a Lionel Messi que ganara el campeonato mundial de
la FIFA, ese que Diego logró en el 86, que ese día llegó. Y ahora, ¿qué más le
van a pedir?
Como tanto anticipamos en estas líneas, el 2022 iba a ser un año de once
meses. Un mes menos, dedicado total y absolutamente al mundial, a la Scaloneta: ese colectivo que invitó a
subir a todo el mundo, incluso hasta a sus propios detractores y, hasta último
momento.
Si bien la idea de esta nota editorial no es hacer un análisis futbolístico
ni deportivo de la cuestión, sabemos que, como país futbolero, se depositan
demasiadas expectativas, anhelos, deseos (y frustraciones también, por que no)
sobre once muchachos –y por suerte muchachas también, con la profesionalización
del fútbol en las mujeres-. La obtención de la copa en Catar, no solamente fue
celebrada por el hecho en sí. Este plantel supo además de jugar un fútbol de
alta categoría, con pasajes excelsos en los que se vio a sus futbolistas
resolver situaciones extremas con un nivel de aplomo pocas veces visto, tuvo su
punto más alto en el grupo en sí mismo. La conformación de un colectivo que,
además de estar a la altura, pudo mostrar a flor de piel la unidad en la
concepción para lograr la unidad en la acción. Piezas amalgamadas con un nivel
de armonía tal, dejando egos de lado y, construyendo entre todos, el camino
hacia la gloria.
Lejos y hace tiempo queda la derrota contra Arabia en el debut. Mar de
dudas, medios de comunicación fulminantes con Messi, el cuerpo técnico y
jugadores que venían de consagrarse campeones de América a casi treinta años
del último logro, y de la obtención de la Finalissima contra Italia, campeón de
Europa. La recuperación en la segunda jornada contra México, el llanto de Pablo
Aimar y Lionel Scaloni por el nivel de presión y de estrés, fue un gran punto
de inflexión. Porque, a fin de cuentas, no deja de ser un partido de fútbol,
tal y como lo expresó el director técnico en ese momento. Pero el equipo, se
levantó. Supo recuperarse como conjunto, más allá de que apareció Messi en su
esplendor; como capitán, como líder, como figura que en otros momentos, no
emergía como tal. Tampoco se trata de hacer un análisis de Leo. Quizás ahora,
con la edad suficiente y con todos pibes más jóvenes que él, todo cuadró para
que así sucediera. Las generaciones de pibes que no vieron a Maradona, hoy se
emocionan con él (y los que vimos a Diego, también); con lo que hace con la
pelota, y con lo que hizo fuera del campo también para defender a su equipo, a
sus compañeros y a su bandera.
Durante el correr de los días y de los partidos, el contexto estaba
demasiado armonizado como para que no ocurriera el final feliz. Y si Argentina
no hubiese campeonado, quizás hubiese sido muy injusto no solo para el fútbol,
sino para toda la comunidad futbolera que estaba esperando que Messi se alzara
con la copa. En un mundo tan exitista como éste, vimos que una idea colectiva
pudo superar incluso la situación de tener al mejor con una pelota en las filas
de nuestro equipo. La Scaloneta nos invitó a pensar en grande; a poder
compartir, a poder soñar, a poder emocionarnos, reírnos y, sin miedo, también
llorar y mostrar los sentimientos, dejarlos salir. Romper barreras y contar
que, “no está mal psicoanalizarse” (quizás, y sin querer, “Dibu” Martínez haya
hecho mucho más por la salud mental que cualquier otra persona en años), que no
está mal que alguien que se encuentre entre los relevos pueda ingresar al
equipo titular, rendir igual o mejor que quien estaba desde el inicio, y que
todos tiren para el mismo lado. Que los primeros en alegrarse sean los
reemplazados y no, como sucede en otros tantos lados, esperar a que fracasen
para volver a la consideración o, simplemente, el “¿vieron que no tenían que
cambiarme?
Más allá de opiniones, más allá de las dudas o certezas que podamos tener,
necesitamos que este 2023 nos encuentre unidos como pueblo. Con la unidad
necesaria y con menos mezquindad. La necesidad de encontrarnos, de abrazarnos;
tal y como lo hicimos durante las jornadas de los festejos. Las calles,
plagadas de gente por todos lados. Para un lado, para el otro, en distintas
direcciones; convivencia de personas con camisetas de clubes rivales, abrazados
unos a otros, unas a otras, unes a otres. ¿Tan difícil será replicar esto para
el año entrante? ¿Tan difícil será tener otra alegría popular además de lo que
Messi y compañía pudieron lograr?
En tal caso, será un desafío que tendremos que afrontar. Entre todos y
todas, desde ya.
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