lunes, 20 de marzo de 2023

40 años de democracia: de la dictadura a la actualidad

 MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

40 años de democracia: de la dictadura a la actualidad.

En una fecha tan importante desde lo simbólico y lo material, El Tambor se toma ciertas licencias y nos animamos a trasladar algunas situaciones al tiempo presente.


Este año se cumplen cuarenta años del retorno de la democracia. Sí, cuarenta años de una democracia sin interrupciones. Cuarenta años parecen una vida, pero cuando se trata de vidas arrancadas y no vividas, de un país al que le arrebataron la libertad, cuarenta años suena a poco.

La mayoría de quienes integramos El Tambor no vivimos en carne propia la salvajada de lo sucedido en la dictadura cívico-militar que se llevó a 30.000 personas y destruyó grandes cantidades de familias. Desconocemos lo que es vivir en carne propia la pérdida de la democracia. Gozamos de democracia, gracias a años de lucha y de memoria. Por eso, estas fechas nos llevan a hacer un ejercicio para comprender lo que pasó, para invitar a una reflexión.

Traslademos la situación hoy día. Imagínense que están en sus casas, mirando una serie, viendo el celular o leyendo un libro. De golpe escuchan que alguien empieza a golpear la puerta con violencia; el sonido es tan fuerte que se escucha como si la puerta que golpean es la de sus habitaciones y que esta a punto de romperse. Ingresan un grupo de hombres, a los que desconocen, y con agresividad empujan a sus viejos y preguntan por ustedes. Sus familiares fingen que no están ahí, mientras escuchan atrás de la puerta, con el corazón que late tan fuerte que sienten que pueden escuchar cada latido. Mientras, piensan si esconderse en el armario servirá de algo. No sirve, porque esos hombres están revolviendo toda la casa. La biblioteca ya está en el piso. Confusión total, bolsa en la cabeza y se los llevan, así sin más, delante de los ojos de su familia. Cuando salen, sus vecinos los ven, pero nadie hace nada; fingen no estar presenciándolo. Hay olor a terror. El auto recorre algunas calles, hasta que frena y los bajan en un lugar. Huelen, escuchan, sienten, pero no ven, tampoco entienden ¿Cuál es el crimen? Pensar, leer, manifestarse y ser democráticos.

Lo peor está por comenzar: la tortura. Lo mejor que pueden esperar, y aún no lo saben, es que los lleven a una celda y simplemente se queden ahí. Desconocían los crímenes de lesa humanidad. Dame nombres de tus amigos, de tus amiguitos zurditos como vos, escuchan de una voz que suena muy cercana, rozando el oído. Lloran. No quieren nombrar a sus amigos, pero por cada nombre que no dan es un golpe que reciben. Y un golpe es lo más ameno. Porque la tortura impune no entiende de límites.

Mientras tanto pasan los días, los meses o los años y sus familias no saben nada de ustedes. La policía no es un lugar seguro, ningún lugar es seguro. Nadie puede hablar porque temen. Y ustedes, tal vez, nunca aparezcan. En las redes no hay noticias de que algo este pasando. Pero en la calle se siente una tensión constante y silenciosa. Una tensión que susurra que algo está sucediendo, que lo sabemos, pero no lo sabemos.

Jorge Rafael Videla, dictador, en el año 1979 en una conferencia de prensa, tras una pregunta del periodista José Ignacio López en referencia los dichos por el papa Juan Pablo II en referencia a los desaparecidos, declaró: “Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido”. La declaración es de un cinismo extremadamente malévolo. Pero es la explicación a la desaparición. Es la explicación a que muchas familias no hayan recuperados a sus cercanos, ni vivos, ni muertos. Si ustedes fueran arrastrados de sus vidas, si les arrancaran la existencia y la libertad, serían una incógnita. Y, también, la tristeza eterna de sus familias y amigos.

La democracia es un bien preciado. La democracia es sinónimo de libertad. Elegir y decidir, sin recibir represalias por ello, es ser libre. Y la libertad es lo más valioso que tenemos, por eso la democracia es crucial para el país. Defenderla es nuestro trabajo, porque cuando defendemos la democracia, defendemos nuestro poder de decisión. Tener memoria, transmitir la vedad y pedir justicia es importante para que no suceda nunca más.

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