lunes, 20 de marzo de 2023

Asumir y reventar

 OPINIÓN

Asumir y reventar

por Noelia Dans


El 8 de marzo, conocido “día de la mujer”, es un día de conmemoración que desde hace un tiempo lo utilizamos para expresarnos y luchar
; aunque nuestra lucha sea asidua y ardua. Por eso elegí escribir este texto que no es para nosotras las feministas, porque no voy a contar nada que no sepamos. Tampoco es para hablar de lo que pasó un 8 de marzo de 1908 en Estados Unidos. Este texto es para las que aún no se ven representadas por nosotras. No las juzgo, yo también estuve en ese lugar. La mayoría de las mujeres no podemos decir que nos reconocemos feministas de toda la vida, desde la cuna. La mayoría de nosotras tuvimos un quiebre en nuestras vidas, un momento (o varios) que nos llevaron a la conclusión de que somos feministas. Lo más común es que esa situación esté muy involucrada a sufrir el machismo. Padecerlo en sus miles de formas: abuso, acoso, violación, denigración, violencia, incomodidad.

Desde muy chica que caminando por la calle tuve que soportar comentarios de hombres, opiniones sobre mi cuerpo. Siempre venían de hombres desconocidos, que caminaban por ahí como yo, que estaban trabajando o tomando una cerveza como yo. Pero, a diferencia de mí, ellos podían hacerlo con tranquilidad y yo no. Eso nos diferenciaba y nos diferencia. Los hombres podían y pueden caminar sin problema de que yo vaya a decirles “¡qué buen culo, mi amor!”, pero yo no podía, ni puedo hacerlo.

Después de caminar y esquivar comentarios, me sentaba en una mesa a cenar con hombres y mujeres. En mi rol de mujer, me correspondía poner la mesa, también cocinar y también lavar los platos -y también y también. El rol de hombre me parecía más divertido, mirar un partido de fútbol o hacer cualquier cosa mientras nosotras nos ocupábamos de no interrumpir. A mí me daba un poco de bronca porque, además de que lavar los platos me resultaba la peor tarea del hogar, yo quería ver el partido. Pero es cosa de hombres, nena; acá tenes la Barbie y te podés maquillar con esto para entretenerte. ¿Por qué no podía ser parte de ese rol? ¿Por qué había roles?

Con el tiempo crecí y empezaron a entrar nuevos hombres que actuaban muy similar a los de mi infancia y mi rol seguía siendo muy parecido al de cuando era chica, pero empecé a cuestionarlo. Muchos de ellos se comportaban de una forma a la que yo no estaba acostumbrada en un hombre cercano. Pero, si era cercano, no podía hacerme algún mal de ese tipo. Podía engañarme con otra, ese tipo de males sí, el otro tipo no; ese era de hombres desconocidos. Cómo un hombre que me quería podía llegar a hacer algo que podía herirme, algo que haría un hombre que no me conoce. Cómo un hombre cercano a mí podía violentarme.

El feminismo comenzó una nueva ola de auge y me atrapó. Empecé a leer publicaciones de mujeres feministas contando sus situaciones y me parecía que se asemejaban a mí. Sus historias me eran cercanas y empecé a odiar el feminismo, porque el odio es el sentimiento más fácil. Cuando algo o alguien nos hace sentir vulnerables es mucho más simple odiar. Porque pensar, reflexionar, asumir, es muy complejo y doloroso. Odié ver la realidad, la mía, la de todas. Hasta que necesité una salida y compañía. Necesité asumir. Y aunque odié al feminismo, aunque lo negué, el feminismo estaba ahí para ayudarme, para rescatarme de un círculo vicioso del que no podía salir, para demostrarme que podía ser mujer y que me traten bien, que podía disfrutar del futbol, aspirar a lo que yo quisiera y no tener que soportar comentarios de cuán grandes son mis tetas. Al menos los que no pedí.

Hace un tiempo largo que pertenezco. En realidad, siempre pertenecí. Solo que hace un tiempo lo asumí. Hacerse cargo de que tus derechos no son iguales a los de un tipo con pito o que, aún teniendo menos derechos que el tipo, tenes más que otras mujeres en situaciones distintas no es fácil. Menos simple aún es hacerse cargo de un padecimiento. Por vergüenza, por sentirse débil.

Asumir es una palabra que me gusta, porque su significado me parece complejo. No el significado en sí, sino llevar a cabo lo que refiere a ello. Asumirse vulnerable, sensible o lo que sea. Asumir es, de alguna forma, entender lo que nos representa, reconocernos. Creo que siempre asumir resulta liberador, lo que no lo hace sencillo. Por eso asumimos y reventamos. Reventamos de bronca, de ira, de tristeza o de alegría.

Cuando asumí que me veía afectada por el machísimo, me liberé. Pero también me sentí débil. Sentí que asumir que un hombre estaba teniendo algún tipo de poder sobre mí me hacía sentir chiquita. Después entendí que asumir y enfrentarlo demostraba mi fuerza, que era muy superior ante la de un tipo que tenía que esconderse.

Y reventé, porque es necesario reventar, hacer ruido, destruir y reconstruir para que asumirse no sea en vano y lo altere todo.


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