EDITORIAL
El análisis es más sencillo de lo que parece
Todo inicio de año trae consigo renovación de fuerzas, de esperanzas, aires de cambio. En esta oportunidad, la acuciante situación que atraviesa el país, vuelve a encasillar la grieta en un marco que incluso es más sencillo que andar metiéndonos en cuestiones ideológicas: esperanza vs preocupación.
En el momento en el que las agujas del reloj
marcaron las 00 hs del 1 de enero, el fin del 2023 –año intenso si los hubo- en
muchos hogares las copas se levantaron y el brindis pudo haber variado pero,
por lo general, pedimos por el bienestar de nuestras familias, de nuestros
seres queridos, el propio también. Sin embargo, para los que quedamos del lado
de la preocupación, el brindis fue con sabor a poco.
Cuando intentamos responder esa pregunta,
también hay que hacer el ejercicio de contestarla con la mayor honestidad
posible y, quizás, hasta es más fácil que andar recurriendo a libros o a viejas
recetas. Es más llano, más directo.
El cambio de gobierno trajo consigo un cambio
de paradigma fuerte. Gente que no tiene que ver con la política tradicional
llegando a lugares de poder, sin experiencia previa, sin conocimiento del
manejo de los resortes del Estado pero, con objetivos claros que se ven
plasmados en los principales beneficiarios de los dos grandes hitos que
pretende instalar y con lo que salió a jugar fuerte el flamante presidente: un
decreto de necesidad y urgencia que deroga varios centenares de leyes e
implementa una inmensidad de desregulaciones de lo que conocemos habitualmente
y, por otro lado, un proyecto de ley ómnibus enviado al parlamento que va en la
misma sintonía: la de profundizar ese modelo.
Vale preguntarnos si, dentro de estas dos
grandes iniciativas, nos vemos favorecidos los trabajadores. La privatización
de las empresas que pertenecen al estado, la de los clubes de futbol, el
aumento de impuestos, la derogación de la ley de alquileres… Podríamos seguir
con la lista. La respuesta es no. Los principales beneficiarios son los mismos
de siempre; allí no vale el apotegma de “no hay plata”.
No obstante, el otro lado de la grieta no
solamente existe, sino que aún se manifiesta bastante sólido. Hacer una
descomposición del electorado que se inclinó por el oficialismo, en enero de
2024 entendemos que, mucho no puede aportar. Por eso, preferimos seguir yendo a
lo más básico. Por supuesto que hay gente de los sectores más concentrados de
la economía; pero también es cierto que mucha gente se volcó esperanzada. La
luz al final del túnel, la teoría del derrame, el “primero hay que saber
sufrir”; lo que ha tuiteado el propio presidente “ahora duele más porque
elegimos la cura y no la anestesia”.
Tristemente muchas personas cayeron en la
trampa de que el ajuste lo iba a pagar “la casta”. O peor incluso: pensaron que
no les iba a tocar. Que le iba a tocar al otro, al de en frente. A los
políticos por un lado, a los “planeros” por otro; los ejemplos pueden ser
múltiples, pero el fin es uno solo: a mí no me va a tocar. Llega hasta allá,
hasta la esquina. Acá no.
Los cambios enunciados y que se llevaron a
cabo (el DNU está en vigencia, no así el proyecto de ley) más temprano que
tarde, van a tener consecuencias negativas en la vida cotidiana de casi todos
los sectores, excepto para los grandes dueños de los capitales concentrados e
influyentes. La quita de subsidios en las tarifas de los servicios públicos
(agua, gas, luz), el aumento en el transporte público, la espiral inflacionaria
en el precio de los alimentos (se acentuó aún más); se viene un enero y un
febrero caliente en materia de precios, sin pensar en marzo que traerá consigo
el inicio de clases. El aumento de la medicina prepaga, el congelamiento en las
jubilaciones, la devaluación de la moneda nacional en un porcentaje mayor al
100%. La lista sigue, la paramos acá. Dijimos que el concepto principal de esta
nota editorial era ir hacia las cosas más sencillas, aunque nobleza obliga,
solo es una descripción de cosas y con poca valoración de esta redacción. Pero
más allá de esta situación, será necesario mantener los lugares de encuentro,
de reflexión, de participación. No es una opción permitir que nuestro estado de
ánimo sea secuestrado, o bien, que el presente nos desmoralice, ya sea en
términos del “Indio” Solari o Arturo Jauretche, respectivamente.
No; se trata de seguir, de persistir, de no
claudicar. Acá también llega. El precio del papel se disparó fuertemente, lo
que va a volver a complicar la salida de nuestra publicación. Será tiempo de
ser más ingeniosos que antes, de estar más atentos y, de más está decir, de
esforzarnos más. Porque más allá de todo, esto es mucho más sencillo de lo que
parece: queremos vivir tranquilos, vivir bien y, para eso, habrá que otra vez,
volver a reconstruir lo que nos toque hacer.
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