Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?
HOMENAJE
Por Alejandro Tamargo
Nadie se hubiese imaginado que todo
iba a comenzar con una pequeña asistencia. Un pequeño balón que recibiste del “Negro”
Enrique apenas diez metros detrás de la mitad de la cancha. Muy difícil,
impensado, increíble haber sabido que ese momento iba a quedar grabado en la
retina y en el corazón de todos los argentinos.
Apenas recibiste la pelota, ese 22 de
junio de 1986, en el emblemático estadio Azteca, la cuidaste y protegiste de
ingleses rabiosos que querían arrancar de tus botines a tu amada amiga.
Con cada pincelada de tus pies, dejaste
adversarios desparramados por el campo de juego. Uno tras otro fueron quedando
en el camino, al tiempo que lo único que pudieron hacer fue mirar ese 10 brillante tatuado en el dorso de tu
camiseta.
A medida que ibas avanzando con gran
coraje y determinación, a través de esa alfombra verde mexicana, seguramente
sentiste el empujón que todos los argentinos te estábamos dando. Estoy convencido
que ese fue uno de los motivos por el cual ningún británico pudo romper esa
belleza de un patadón.
En la recta final tuviste que
enfrentar a Shilton, un gigante de manos de hierro. Mano a mano. Él, cubría
todo el arco, y vos, con esa desfachatez y simpleza que te caracteriza
-caracterizó y caracterizará-, sencillamente y sin ningún tipo de protocolo, lo
gambeteaste. Hoy en día hay mexicanos que juran, hasta por su propia madre, que
Shilton sigue tirado en ese mismo lugar sin poder levantarse producto de ese
asombroso acto de magia.
Finalmente, luego de los diez
segundos más largos de la historia del futbol, tu fiel compañera, esa que nunca
se mancha, beso la red, y ese beso, nos unió a todos en un solo grito.
No quiero ser exagerado, pero creo
que fue uno de los momentos más felices que hemos tenido los argentinos como
pueblo. Ese instante fue tan mágico que logró que al más ferviente hincha de
Boca se le pusiera la piel de gallina, y se le siga poniendo con el solo hecho
de ver las repeticiones de tal grandeza.
A pesar de haber sido un gol de
cuarto de final lo gritamos con mayor emoción que los goles que un par de días
después nos consagraran campeones mundiales.
Hay que reconocer que esa obra de
arte todos los argentinos la sentimos, con el más sincero respeto y salvando la
más profunda distancia, como a una pequeña revancha de lo sucedido un par de
años atrás.
En este día tan especial, me tomo el
atrevimiento de tomar prestadas de ese conocido argentino nacido en la Banda
Oriental: Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?
Muchas gracias por la magia y feliz cumpleaños
Diego.
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