miércoles, 30 de noviembre de 2016

El Héroe de Montserrat

Por Alejandro Tamargo


Nuestro héroe barrial nació el 3 de junio 1770, en Buenos Aires, fue el cuarto de once hermanos. Su padre, de origen italiano, se dedicaba al comercio. De su madre, sabemos que era oriunda de la provincia de Santiago del Estero.

Vivieron en la avenida Belgrano, precisamente en el 420. En ese lugar hoy una pequeña placa de bronce y una bandera Argentina recuerdan a nuestro vecino.

Esta es una foto, tomada en 1909 por la revista Caras y Caretas, en la cual podemos observar como lucía la casa donde nació nuestro personaje.

Casa natal


Es de destacar que, en el momento de haberse tomado esta foto y a menos de un año del centésimo aniversario de nuestra Revolución de Mayo, de la cual él fue protagonista, la casa fue vendida y posteriormente demolida. El gobierno de turno, presidido por Figueroa Alcorta, luego presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y que hoy en día conmemoramos con el nombre de una de las avenidas más paquetas de la Ciudad de Buenos Aires, no hizo nada al respecto.

Siguiendo con la historia de nuestro vecino, tenemos conocimiento que cursó sus primeras estudios en el Real Colegio San Carlos, actual Nacional Buenos Aires. En 1793 se graduó de abogado en la Universidad de Salamanca, España, volviendo a nuestro país para ocupar el cargo de secretario del Consulado con tan solo 23 años.

Desde allí propuso fomentar la educación y capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo, de matemáticas y náutica.

En 1806, mientras el Virrey Sobremonte huye hacia Córdoba con parte del Tesoro Nacional, nuestro vecino se incorpora a las milicias criollas para defender a la patria contra una invasión inglesa liderada por el comandante Beresford que, paradójicamente, era estimado y bienvenido por algún que otro siempre disconforme del lugar.

Posteriormente en 1810 cumple un papel muy importante para que se pueda llevar adelante la Revolución de Mayo y es designado vocal de la Junta Provisional.

Dos años más tarde, en 1812, le otorgan la responsabilidad de guiar al Ejercito del Norte de nuestro país. En el trascurso de dicha obligación crea en Rosario, provincia de Santa Fé, nada más ni nada menos que nuestra bandera.

Después de encabezar el éxodo del pueblo jujeño y seguido de importantes victorias militares, como las de Tucumán y Salta, sufre las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.

En contraprestación por sus servicios, la Asamblea del año XIII, le otorga 40.000 pesos en oro, que él dona para la construcción de cuatro escuelas públicas. Lamentablemente las escuela nunca fueron construidas. La suma donada fue utilizada para otros fines por los sucesivos gobiernos.

Dueño de frases como “el miedo solo sirve para perderlo todo”, “me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria”, “la vida es nada si la libertad se pierde”, el 20 de junio de 1820, nuestro héroe barrial muere en la más absoluta pobreza y en la misma casa que lo vio nacer, siendo sólo un diario, El Despertador Teofilantrópico, el que se ocupa de la noticia.

Cabe decir, luego de este sumarísimo repaso, que de la mano de la historia llega a él la justicia en forma de reconocimiento, ya que no es necesario nombrarlo para que todos sepamos de quién se trata.

Lamentablemente hoy en día existe la intención de reemplazar el billete de diez pesos que lleva su imagen por una moneda que sería decorada con la figura de un ejemplar de la flora o fauna autóctona. Decisiones como esta contribuyen al desmantelamiento de nuestro historia que conforma nuestra identidad como Nación. Espero se recapacite.
  

 

sábado, 26 de noviembre de 2016


No vamos a decir nada nuevo, aunque él nos insta a intentarlo. Porque primero hay que soñar para luego poner manos a la obra. Siempre luchó para que la llama de lo utópico no se apague.  Hoy nos pasa la posta. Tamaña empresa no se logra sin dar una dura batalla contra lo inmediato, la comodidad, lo efímero. Hay que comunicar, como dijo Nestor, que tenemos un sueño. El sueño, de lo justo, de un mundo mejor, para todas y todos.
Hoy, el barrio de Monserrat te despide, con una salva de truenos y relámpagos como corresponde a tus honores; honores de Comandante del soldados cuando hubo que pelear, Comandate de médicos que dieron ayuda cuando hubo que curar, Comandante de maestros cuando hubo que educar.

En Montserrat, hoy  el cielo se rompe para que un hombre de tu tamaño pueda entrar.   


martes, 1 de noviembre de 2016

Tomás Moro, Utopía.

Tomás Moro, Utopía. 

Hace 500 años, Tomás Moró (Lord canciller de Inglaterra, canonizado por la Iglesia Católica) clausuró unas cuantas cuestiones económicas y sociales en su libro Utopía.  
El libro se compone de dos partes, la primera, el extraordinario diagnóstico de un mundo envilecido por la acumulación de riquezas, en el cual se encarga de desenmascarar cada uno de los mitos y mentiras del propio mercado para justificarse así mismo; en la segunda, quizá por no quedar sólo en la crítica, se aboca a la  descripción de unos métodos que nos llevarían a vivir en un mundo para todos, el cual es más dado a “desear que a esperar” como dice al finalizar su propuesta.
Aquí, solo un párrafo de la primera parte de Utopía. Una breve crítica a una de las tan mentadas leyes de  “mercado”.  Año 1516.
“Por otra parte, por mucho que aumente el número de ovejas no disminuye por eso su precio, dado que están… en manos de unos pocos, justo los ricos, los cuales no tienen urgencia alguna para vender antes de que les parezca oportuno, y no les parece oportuno antes de que el precio se lo parezca”.
Tomás  Moro se ocupa de desenmascarar esos postulados que predican los defensores de “el mercado que por simple lógica o “sentido común” funcionan solo en una idealidad. Uno tiende a pesar que cuanto más haya de una mercancía, menos costará. Pero, en la realidad, si ésta se encuentra en manos de unos pocos, la hipótesis se cae, como se caen la mayoría de las hipótesis cuando tocan tierra, cuando se encuentran con su propia complejidad.  
Ahora bien, una posible pregunta es ¿qué nos pasó que, a 500 años de aquel esclarecimiento que condena la acumulación impune de riqueza, todavía seguimos dando vueltas sobre la cuestión? Los ricos, a ésta tienen su respuesta: “leyes de mercado”.