Síndrome de Estocolmo
Por
Daniel Sica
Así se
denomina al trastorno psicológico que sufren las víctimas de un secuestro, las
cuales desarrollan una relación de complicidad y de vínculo afectivo con el
captor.
Su
nombre se debe al asalto a un banco en la ciudad de Estocolmo, Suecia, durante
el año 1973, en el cual los rehenes salieron en defensa del asaltante y
manifestaron que le temían menos a él que a la policía.
Este
fenómeno ha hecho que ciertos psicólogos desarrollen la llamada “técnica de 4
pasos” que permitió adaptar lo sucedido, y usarlo para la manipulación de
masas.
Algunos
de los más renombrados usuarios de ésta técnica fueron Ronald Reagan y Margaret
Thatcher para convencer a los ciudadanos de sus países que aceptasen recortes
en los presupuestos, despidos, bajas de salarios y pérdida de derechos
laborales en nombre de un futuro mejor. Cabe aclarar que hoy, más de cuarenta
años después, la situación de las clases medias y bajas en ambos países ha
empeorado notablemente respecto del momento anterior a las draconianas medidas
tomadas.
La
primer ministro británica lo sintetizaba en una sola frase: “nosotros o el
caos”.
Los
cuatro pasos son:
1º)
Provocarle a “la víctima” una crisis
muy intensa que conlleve el riesgo de perderlo todo.
2º)
Cerrar todas sus vías de información alternativa, hasta que en adelante “el victimario” se convierta en la
única fuente de información confiable y directa.
3º)
Hacerle saber a “la víctima” que hay
una sola salida posible a la crisis y esa salida está en manos de “el victimario”.
4º)
Transferir todo el peso de la responsabilidad por el eventual fracaso de la
estrategia a “la víctima” (Cualquier
indicio de falta de colaboración o protesta convertirá a la víctima en
responsable de su propia desgracia).
Obviamente
consideramos “la víctima” al pueblo
y “los victimarios” a sus gobiernos
y, éstos a su vez, manipulados por el establishment local.
Cumpliendo
estos simples pasos “la víctima”
pondrá su máximo esfuerzo en pos de ayudar a su victimario.
¿Cómo?
Apoyando al victimario para que siga conquistando poder una elección tras otra.
Reagan
obtuvo su reelección y gobernó ocho años (plazo máximo que se permite en
EE.UU.), Thatcher lo hizo durante once años (el mayor período que gobernó un
primer ministro durante el siglo XX).
Por eso
deberíamos desterrar el mito de que en los países del, mal llamado, primer
mundo son más inteligentes. Hay ciudadanos tan manipulables como en cualquier
otro país. Como consecuencia las clases altas de un reducido grupo de países
detentan mayor poder en nombre del “progreso”, el de ellos por supuesto.
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