UN ICONO DE MONTSERRAT
El "Mercado San Cristóbal"
Por
Martín Zárate y Nilda Prados.
Nuestro vecino Mercado San Cristóbal se encuentra
desde 1882 en el cruce de las Av. Independencia y Entre Ríos. Fue inaugurado en
1887, iniciando sus actividades el mismo
año que la estación ferroviaria 11 de Septiembre (actual Estación Once del
Ferrocarril Sarmiento). Emplazado en una esquina estratégica, donde Montserrat
destaca su condición de frontera y a la vez de con barrios tan importantes como
los de Constitución, Balvanera Sur y San Cristóbal.
Si bien el barrio, como tantos otros de la Gran Aldea,
quedó identificado con el nombre la parroquia de Montserrat, hoy Avenida Belgrano
1151, alrededor de la cual comenzó a crecer,
vaya a saberse por qué en las
letras en relieve que pueden leerse en el frontispicio de su entrada sobre la
Av. Independencia, indican “Mercado y Frigorífico San Cristóbal”. Habrá
entonces que admitir que los límites geográficos suelen ser caprichosos y
cambiantes.
El mercado tuvo en sus comienzos una gran estructura
de hierro y vidrios que dejaban pasar la luz generosamente, con techo a dos
aguas. Si bien la década del ’30 asistió a la instalación del Gardel Bar
(actual Gran Café Gardel), a la que se fueron sumando varios diversos locales,
gran parte de ellos todavía en funcionamiento, la tradición mercantil en esta
esquina tuvo su punto de giro en 1945, momento en que el espacio cobró forma
definitiva, según el proyecto de los arquitectos Santiago Sánchez Elía, Federico
Peralta Ramos y Alfredo Agostini (Estudio SEPRA) con una estructura que comprende,
desde entonces, tres arcos de amplia curva, con 17,20 m. de luz y 35 m. de
largo, construido con hormigón armado y cierto aire lejano al primer Mercado de
Abasto de Agüero y Av. Corrientes. El
resultado final es un conjunto de ondas enladrilladas que llaman la atención
entre tanto edificio en altura que las va rodeando cada vez más.
Antiguamente, los locales destinados al comercio
estaban dispuestos en una galería continua que operaba de envolvente de la
planta baja. A lo largo de ella se ubicaban los puestos fijos de productos
frescos, en sus distintos rubros: carnes, verduras y frutas, aves, pescados y
lácteos.
En el interior del mercado, muchos puestos conservan
aún hoy mostradores de mármol y cámaras frigoríficas de madera, cuidados
prolijamente por sus dueños; y guardan así todo el encanto que suelen despertar
los objetos que saben resistir con dignidad el paso del tiempo y no se entregan
fácilmente al deterioro que los amenaza con su descarte.
La planta alta estaba destinada a puestos ambulantes,
distribuidos alrededor de un gran vacío central; asomándose a la balaustrada,
es posible tener desde allí una vista de conjunto de la planta baja. Este
sector al que se accede por amplias escaleras, cuenta hoy con varias decenas de
locales, destinados en su mayoría a la venta de una variedad de artículos de
segunda mano. Así queda compuesta la
esencia mixturada y multifacética del lugar, que podría también su nota de
“color local” si el tiempo y determinadas políticas no fuese tiñendo el
conjunto de un cierto aire sombrío.
Vaya esta postal a modo de introducción para conocer
mejor un espacio que forma parte del valioso patrimonio de la Ciudad, e
invitarte a hacer sugerencias que puedan rescatar desde la comunidad
organizada, este viejo y querido mercado
para mejorar la oferta de servicios y mercaderías en el barrio, como también rescatarlo
del olvido.
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