domingo, 25 de noviembre de 2018

El "Mercado San Cristóbal"


UN ICONO DE MONTSERRAT

El "Mercado San Cristóbal"
Por Martín Zárate y Nilda Prados.


Nuestro vecino Mercado San Cristóbal se encuentra desde 1882 en el cruce de las Av. Independencia y Entre Ríos. Fue inaugurado en 1887, iniciando sus actividades  el mismo año que la estación ferroviaria 11 de Septiembre (actual Estación Once del Ferrocarril Sarmiento). Emplazado en una esquina estratégica, donde Montserrat destaca su condición de frontera y a la vez de con barrios tan importantes como los de Constitución, Balvanera Sur y San Cristóbal.


Si bien el barrio, como tantos otros de la Gran Aldea, quedó identificado con el nombre la parroquia de Montserrat, hoy Avenida Belgrano 1151, alrededor de la cual comenzó a crecer,  vaya a saberse por qué  en las letras en relieve que pueden leerse en el frontispicio de su entrada sobre la Av. Independencia, indican “Mercado y Frigorífico San Cristóbal”. Habrá entonces que admitir que los límites geográficos suelen ser caprichosos y cambiantes.
El mercado tuvo en sus comienzos una gran estructura de hierro y vidrios que dejaban pasar la luz generosamente, con techo a dos aguas. Si bien la década del ’30 asistió a la instalación del Gardel Bar (actual Gran Café Gardel), a la que se fueron sumando varios diversos locales, gran parte de ellos todavía en funcionamiento, la tradición mercantil en esta esquina tuvo su punto de giro en 1945, momento en que el espacio cobró forma definitiva, según el proyecto de los arquitectos Santiago Sánchez Elía, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini (Estudio SEPRA) con una estructura que comprende, desde entonces, tres arcos de amplia curva, con 17,20 m. de luz y 35 m. de largo, construido con hormigón armado y cierto aire lejano al primer Mercado de Abasto de Agüero y  Av. Corrientes. El resultado final es un conjunto de ondas enladrilladas que llaman la atención entre tanto edificio en altura que las va rodeando cada vez más.
Antiguamente, los locales destinados al comercio estaban dispuestos en una galería continua que operaba de envolvente de la planta baja. A lo largo de ella se ubicaban los puestos fijos de productos frescos, en sus distintos rubros: carnes, verduras y frutas, aves, pescados y lácteos.


En el interior del mercado, muchos puestos conservan aún hoy mostradores de mármol y cámaras frigoríficas de madera, cuidados prolijamente por sus dueños; y guardan así todo el encanto que suelen despertar los objetos que saben resistir con dignidad el paso del tiempo y no se entregan fácilmente al deterioro que los amenaza con su descarte.
La planta alta estaba destinada a puestos ambulantes, distribuidos alrededor de un gran vacío central; asomándose a la balaustrada, es posible tener desde allí una vista de conjunto de la planta baja. Este sector al que se accede por amplias escaleras, cuenta hoy con varias decenas de locales, destinados en su mayoría a la venta de una variedad de artículos de segunda mano.  Así queda compuesta la esencia mixturada y multifacética del lugar, que podría también su nota de “color local” si el tiempo y determinadas políticas no fuese tiñendo el conjunto de un cierto aire sombrío.
Vaya esta postal a modo de introducción para conocer mejor un espacio que forma parte del valioso patrimonio de la Ciudad, e invitarte a hacer sugerencias que puedan rescatar desde la comunidad organizada, este viejo y querido  mercado para mejorar la oferta de servicios y mercaderías en el barrio, como también rescatarlo del olvido.

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