INVESTIGACIÓN
Montserrat
a través de sus edificios: el Otto Wulff
Por
Yolanda Machado
Cuando
uno va caminando por la Avenida Belgrano y llega a la intersección con la calle
Perú, frente al bar “El Colonial” ve otro bar, un café Starbucks. Pocos miran
un poco más arriba, pero ese café está en la base (y forma parte) de un
edificio considerado de los más relevantes del barrio de Montserrat y de la
Ciudad de Buenos Aires: el Otto Wulff.
Inaugurado
en 1914, fue construido por encargo del empresario alemán Otto Wulff, de quien
toma el nombre. Su estructura es de hormigón armado, rasgo muy moderno para
aquel entonces, y cuenta también con dos cúpulas, en vez de una sola, que era
lo más usual.
La
obra, considerada de estilo “Jugendstil” o “Art Nouveau alemán” fue realizada
por el arquitecto danés Morten F. Rönnow, quien también tuvo a su cargo varios
proyectos de importancia en la ciudad, como la Iglesia Dinamarquesa ubicada en
el barrio de San Telmo, y la Casa Schenström, en Barrio Parque, que funciona
actualmente como residencia del embajador de Suiza en la Argentina.
“Otto
Wulff quiere construir un rascacielos inspirado en el Singer Building, el más
alto del mundo -de 167 metros, hoy demolido- que conoce cuando en 1909 sus
amigos de Hamburgo, los hermanos Singer, lo invitan a recorrerlo a su paso por
New York. Lo construye para que sea la sede de su empresa registrada O.W. El
Lobo y para oficinas de alquiler”, nos explica el arquitecto Fernando Lorenzi,
quien se especializa en la historia del edificio.
El
Wulff fue en efecto, con doce pisos, el edificio más alto de Buenos Aires hasta
la construcción del Palacio Barolo en la década de 1920. Al igual que este otro
edificio, el Wulff estuvo rodeado de mitos sobre su construcción, como por
ejemplo, que fue hecho con el objetivo de ser la sede de la Legación del
Imperio Austrohúngaro. Sin embargo, estudios sobre la historia del edificio han
demostrado que no fue así y que, de hecho, la Legación ya tenía una sede en
Buenos Aires que había sido inaugurada en 1912.
No
sólo impactó en la época su altura o las dos cúpulas, sino que su fachada
contenía detalles que son hasta hoy intrigantes para el transeúnte o ciudadano
de a pie que pasa por allí y se detiene, en medio de sus prisas cotidianas, a
mirar hacia arriba.
De
forma curiosa y singular, el Otto Wulff aparece como si estuviera sostenido por
los hombros y espaldas de figuras humanas, llamadas atlantes. Son ocho en total
y miden cinco metros cada una.
“Los
esculpe Franz Metzner, integrante de la Secesión Vienesa y con una descollante
obra cuyo rasgo particular es la integración de sus creaciones escultóricas en
la arquitectura de edificios públicos y monumentales, donde se aprecia la
expansión y protagonismo de sus esculturas hasta límites en que se funden con
la expresión de la arquitectura que supuestamente ornamenta”, detalla Lorenzi y
agrega que “la impronta de los telamones (atlantes) de Metzner, definidos en
estilo déco para la arquitectura del Otto Wulff sorprenden por tres cosas: no
las esculpe en piedra, sino que son piezas moldeadas de hormigón armado
recubiertas por un revoque simil piedra parís con agregados gruesos que le dan
relieve, con el cual, al definir Rönnow con él, toda la cobertura exterior del
edificio, logra plasmar la imagen de una arquitectura tallada en piedra, cuando
no lo es”.
El
especialista además agrega que “la construcción de estos colosos suponen en la
obra de Metzner una singularidad por el empleo de otra técnica
constructivo-escultórica que sólo emplea en el Otto Wulff” y que “en
consonancia con la idea de Rönnow de la ilusión de edificio de piedra tallada,
Metzner se adscribe a uno de los mensajes centrales del simbolismo masónico que
le imprime el arquitecto danés a la obra, representando en cada uno de ellos los
oficios de las cofradías de la construcción medieval, hasta el límite, una vez
más, al representarse a sí mismo como Tubal Caín, el nieto de Caín, que la
mitología instala como el sabio original desde el cual supuestamente emanan
todas las enseñanzas y saberes secretos de los gremios de la construcción.”
Hay
que señalar también que el Otto Wulff se construyó en el solar donde antes
estaba la conocida casa de la “Virreina Vieja”, que había sido residencia del
Virrey del Pino y su esposa y, tenía un valor histórico particular. Sin
embargo, como señala el arquitecto Francisco Girelli en un trabajo
recientemente publicado sobre algunos aspectos relevantes de la trayectoria de
Rönnow en la Argentina, su demolición no se debió a la construcción del
edificio, sino al ensanchamiento de la Avenida Belgrano que se había promulgado
en 1909. La casa fue así demolida (como gran parte de construcciones de la
época colonial) y reconstruida nuevamente y ésa fue la que se demolió para la
construcción del edificio que hoy se yergue en dicha esquina.
Sin
embargo, señala Girelli en su texto que Rönnow se dio cuenta de la importancia
de esta casa desde el punto de vista no sólo histórico, sino arquitectónico
(era “la última gran construcción civil del periodo colonial existente en
Buenos Aires”), y llevó a cabo un relevamiento muy exhaustivo y preciso del
edificio. “Seguramente no imaginaba que se trataba del primer relevamiento
material de un edificio histórico realizado en el territorio argentino”,
remarca el escrito.
La historia
del Otto Wulff y los detalles que rodean su construcción y significación son
muchos más de los que tenemos espacio de reseñar aquí. Sin embargo, el
reconocimiento y la puesta en valor de lugares como este es algo central para
habitar con mayor apego y pertenencia la ciudad en la que vivimos.
El
café Starbucks que está en la parte baja y que se mencionó al principio de esta
nota, no se instaló sin conflicto, de hecho, según nos detalló Lorenzi,
“pretendían modificar las fachadas en su proyecto inicial, algo que finalmente
no lograron hacer”. Fue este mismo arquitecto quien hizo que se clausurara el
local “durante una obra que hacían sin permiso” cuando comenzó a instalarse.
Para
Lorenzi existe, por otra parte, “un gran déficit en el estudio, divulgación y
recuperación del patrimonio tangible e intangible de Buenos Aires y la
Argentina: una gran carencia que hay en su inventario” y agrega que “no puede
cuidarse lo que no se sabe que se tiene y no se sabe lo que se tiene porque
falta mucho trabajo en relevar e inventariar nuestro patrimonio”.
En
este sentido señaló que “hay muchas arquitecturas de similar y mayor valoración
patrimonial que el Otto Wulff en Montserrat y en Buenos Aires, pero en orden a
lo que expresé antes, supongo que algún día lo sabremos.”
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