EDITORIAL
Y sin embargo, se mueve
Por Martín Ciraolo
Mientras trabajamos para celebrar
los 7 años del “Tambor” en las calles, recibimos noviembre. El mes once del
año. ¡Mes once! ¿Ya termina el año? Creemos que sí. Allá lejos y hace tiempo,
muchxs dijimos “el 2022 tiene 11 meses”.
La llegada del mundial cambia
todo. Siempre un acontecimiento de tal calibre detiene todo; pone en pausa la
vida de quienes disfrutan ver rodar la pelota en el verde césped, de quienes
miran con simpatía a este deporte; de quienes lxs que sufren, lo disfrutan,
incluso toma tiempo de quienes son indiferentes al fútbol. Casi todos y todas,
se embarcan a este viaje los casi 30 días que dura el Mundial de la FIFA.
En esta oportunidad, nuestra
selección, “La Scaloneta” viene en franco ascenso. Haber cosechado la Copa
América, nada más y nada menos que en tierras brasileñas y contra el dueño de
casa, luego la “finalissima” contra Italia (campeón de Europa) en Wembley y el
encontrar una identidad, hizo que (casi) todo el pueblo argentino vuelva a
ilusionarse. Eso; ilusionarse. Necesitamos de esa de llama; o tal vez no.
Quizás el norte no sea tener “ilusión” sino recuperar la alegría.
Como sociedad, venimos
atravesando momentos bastante complejos. Los últimos años han sido bastante
difíciles: todavía sufrimos algunas esquirlas perdidas de la pandemia,
atravesamos una delicada situación económica producto de un espiralado y
difícil de controlar aumento de precios en los alimentos y una deuda externa
monumental heredada de la gestión anterior que, aunque parezca repetitivo, no
está de más recordarlo. Y una guerra. También, nobleza obliga, no estamos
teniendo suerte.
No obstante, y sin irnos del tema
de la alegría, en ciertos sectores de la sociedad se nota un cierto desgano,
descreimiento, no hay una visión con respecto a que el futuro sea mejor.
Entristece ves pibes y pibas
coquetear con ideas neofascistas, con quienes piden la lista de los 30.000
detenidxs desaparecidxs, o incluso, similares a la triste época del 2001, en
relación a que todo es lo mismo, que todo es igual, cuando bien sabemos que no
-más allá del parecer de quien suscribe-. Por eso, la idea de que un triunfo
deportivo devuelva la alegría a las calles es tentador. Necesitamos como pueblo
un acontecimiento que efectivamente nos lleve a un momento de plenitud; el
problema es que no podemos adjudicarle esa tarea únicamente a un plantel de
veintiséis futbolistas y un cuerpo técnico, más la dirigencia correspondiente.
Siempre pensé lo mismo: ¿por qué le pedimos tanto a once muchachos que corren
atrás de una pelota, tanto? ¿Cómo puede ser que dependa de eso el estado de
ánimo de muchos? Siempre me lo pregunté, porque nunca supe encontrar una
respuesta racional. Mis lunes son mucho mejores si el club de mis amores gana
el fin de semana. El primer día hábil se arranca mejor. Llegas al trabajo, a la
escuela, al ámbito que te toque ir con una sonrisa cuya explicación es haber
gritado junto a otros miles de personas un gol que hizo que el equipo sumara de
a tres. No es racional.
Tampoco es racional endilgarle
toda la responsabilidad a Lionel Messi y compañía. No obstante, es vital
recuperar la alegría; recuperar las calles. Como días atrás en lo que fue la
multitudinaria marcha del orgullo que transcurrió a lo ancho de Montserrat, de
Plaza de Mayo a Congreso.. Quienes tienen esa responsabilidad, tendrán que
hacerse cargo de rearmar el desastre económico, la deuda sideral que dejó el
macrismo, la verdadera pesada herencia. Pero a su vez honrar el contrato
electoral, hacer lo que tengan que hacer a pesar de la pandemia, de la guerra,
de las corporaciones, aun teniendo que surfear la crisis que puso en jaque a la
democracia a principios de septiembre donde pareció que el contrato firmado en
1983, por un momento, tembló.
Sin embargo, la indiferencia es
un arma de doble filo. También es nuestra responsabilidad como ciudadanos y
ciudadanas, involucrarnos. De alguna manera; a priori, intentando buscar
alternativas para informarnos porque, cuando líneas atrás me refiero a
corporaciones, no podemos mirar al costado cuando el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires aprueba un presupuesto que si comparamos 2015 y 2023 los números
son alarmantes las caídas: en Transporte pasa de un 3.8% a 1.5% y en Cultura de
3.2% a 1.5% para citar dos ejemplos, pero en publicidad y propaganda el 2.3% de
2015 se transforma en 4.8% para el ejercicio entrante.
Y sin embargo, se mueve, dijo Galileo. Ergo, ¡en vos
confiamos Leo!
¡Vamos Argentina!